domingo, 7 de junio de 2020

Adiós confinamiento



Parece que esto, «el confinamiento», llega a su fin. Qué certero es aquel dicho que nos recuerda que « todo pasa». Es la primera vez que me enfrento a la despedida de un confinamiento. Desconozco si sabré cómo hacerlo. De hecho no tengo claro si deseo dejar de estar confinada. Lo poco que he visto del mundo exterior esta semana me invita a pensar  que hay una diferencia sustancial entre como me siento y como lo hacen mis congéneres. Percibo que la sociedad ha puesto el piloto automático de la normalidad. Me desconcierta la distancia que hay entre lo que dice y dicta el gobierno y lo que hacemos y vivimos los ciudadanos en las calles.

El confinamiento me ha dado muchas cosas, todas buenas: He seguido trabajando más y mejor que antes, que tenido la oportunidad de desayunar a media mañana con mi hijo pequeño, hablar de todo despacio y compartir mis proyectos con él y escuchar sus ideas. Hemos salido juntos al patio, a nuestro patio particular, a veces ha llovido y otras ha salido el sol. 


Mi familia por fin ha entendido que trabajo, después de 10 años de hacerlo principalmente desde casa. Han sabido apreciar que trabajo muchas horas, también cuando no estoy técnicamente trabajando: cuando camino y hablo en voz alta, cuando me preguntan algo y respondo cualquier cosa que no tiene nada que ver con la pregunta. Cuando me levanto para ver amanecer y  acabar algo que siempre tengo por terminar.  Qué leo por mi trabajo, que escribo por mi necesidad de sobrevivencia. Que todo eso que son hobbies para personas son prioridades en mi vida laboral y personal. Que soy contable unos días, empresaria e inversora otras, que me peleo con cifras de audiencia y lenguajes de programación que no entiendo, que nadie me manda porque soy autónoma pero todos y todo me condicionan. Que soy feliz hasta cuando estoy enfadada y que  siempre me digo que podría haberlo hecho mejor. Que mi grupo de trabajo me completa.  Y que los resultados llegan, siempre llegan.

El confinamiento me ha dado muchas cosas, todas buenas

El confinamiento me ha dado la oportunidad de matar a mi padre en vida y eso me permitirá estar en paz en su muerte. He podido perdonar a mi madre por ser cómo es y empezar a admirarla aunque no la entienda y represente todo lo que yo nunca seré. He entendido que todo lo que necesito no está ahí afuera. He aprendido a agradecer porque tengo una vida que la mayoría de personas no puede ni siquiera soñar porque temen enfrentarse a sus sueños. Estoy donde quiero estar y dibujo con precisión de (*) Rotring  0.70mm mi futuro.  Pocas horas antes de iniciar el confinamiento había pedido tiempo, se lo dije a una amiga textualmente así: « necesitaría que el tiempo se parara y que el viernes 13 nunca llegara. Deseo desaparecer para poder acabar todo lo que he empezado. Mi hijo también necesita tiempo, es lo único que no puedo darle…» Y ocurrió, el viernes 13 de marzo nunca llegó, se detuvo para mí el día 12 y hasta hoy 7 de junio que escribo estas líneas para despedirme de un confinamiento que no ha sido tal, más bien un proceso de renacimiento consciente al momento justo donde estoy, que es donde quería estar al principio de todo y también al final.

Me declaro en estado  de excepcionalidad vital permanente

Para mí las doce semanas de confinamiento han sido paz, han sido tiempo lento, de ese que te hace cosquillas cuando lo recuerdas. Semanas de risas sin prisas, de incertidumbre por los que quieres, tiempo para descubrir que amas a tantas personas que ellas ni lo saben.Que no es importante que lo sepan sino que tú lo sientas. Mientras la humanidad quiere volver a su normalidad, yo me declaro en estado  de excepcionalidad vital permanente y así pienso seguir.

(*) Rotring: Rotring es una conocida marca de bolígrafos técnicos para delineación y dibujo técnico. Suelen ser de puntas muy finas para tener precisión en los escalados.