viernes, 29 de diciembre de 2017

Nos vemos en 2018


O como mínimo nos leemos que nos es poco.
Siempre me estreso cuando se acaba el año, aunque también cuando empieza el cole, cuando llega mi cumpleaños… Por lo que mi estado de que “algo nuevo va a ocurrir” es bastante permanente. De hecho así me siento cada lunes, por lo que he decidido reducir el estrés de final de año, optimizar  energías y celebrar el nuevo año en febrero, ya que es mi cumpleaños y el año nuevo chino. He desarrollado eficacia en lo que a celebraciones se refiere. Y no es que no me gusten, bien al contrario, ¡hay tanto que celebrar! Que pienso ir poco a poco.
Tampoco voy a hacer balance, porque hay muchos temas por resolver, casi todos no resueltos por causas ajenas y también por desorganización propia de vivir desbordada por la vida cada segundo. Creo que definirme desbordada emocionalmente es un buen balance ahora mismo de mi situación. Soy consciente de mi enfermedad crónica, ya incurable, llamada optimismo pero ahora no solo puedo sentir tanto sino que además elijo en qué momento sentirlo. 
Empiezo a pensar con normalidad y sin dolor, sí, suena extraño pero en ocasiones pensar duele. Ya lo explicaré con más detalle. Lo único que pediría al nuevo año es recuperar la capacidad de leer, sí. Pero creo que lo haré sin necesidad del destino, solo es cuestión de tiempo, y de eso sobra en la vida.

Lo que sí tengo claro es lo aprendido, no puedo detallar cada cosa mejor algunos ejemplos: que la tristeza cansa; que los abrazos son sonoros y si duran más de 20 segundos generan endorfinas; que las caricias se quedan en la piel y se llevan puestas todo el día; que reír es la mejor forma de despertar, aunque las lágrimas se escapen mientras dormimos. Qué llorar quema la piel y te salen eccemas. Que tus músculos se rompen sin hacer ejercicio, que tu cuerpo te grita por dentro y si no le escuchas, te mata. Qué hay mucha gente que vale la pena, y muy poca que ni lástima merece. Que lo valiente es amar y no pelear. Que el destino siempre te rescata de ti mismo y te recuerda quién eres. Que todas mis aparentes debilidades son mis verdaderas fortalezas, que la verdad siempre descansa en el silencio. Que un hermano o hermana aparece en cualquier esquina y te reconoce a pesar de las diferencias. Que lo normal es que todos cuidemos de todos…

Podría seguir pero mejor os dejo con vuestras listas de buenas intenciones, yo prefiero las intenciones traviesas y juguetonas porque  son más divertidas. Lo maravilloso es que mi felicitación para el próximo año es una promesa certera: ¡ nos vemos en el 2018!

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