martes, 22 de diciembre de 2020

Esta navidad, prometo

 ¡Vuelve a ser navidad! Quien nos hubiera dicho que echaríamos de menos  la navidad con su atrezzo o escenario sobrecargado de propósitos. Después de nueve, 9, meses de movimientos restringidos, de espacios cerrados, de sentimientos higienizados  ya no nos reconocemos y echamos de menos cosas que antes se nos antojaban ridículas y fastidiosas.    



Estas navidades, no imagino a nadie haciendo las típicas listas de deseos y propósitos de final de año. ¿Alguien se atreve a desear? Creo que se ha prohibido fuera de horario restringido. Los deseos no cumplen las normas sanitarias en esta pandemia global. Nadie sabía que los deseos eran vulnerables a un virus que te silencia y te anula, porque no se puede ir por ahí deseando lo que te apetece, hay que ser solidario y nuestras emociones también le pertenecen al Estado. Y si nuestros deseos contagian a otras personas y empiezan a soñar lo que les apetece que sea el próximo 2021.

Por si acaso, yo voy a prometer pero sin desear. Si alguien no comprende la diferencia, creo que desear es volátil mientras que prometer implica acción y el compromiso de hacer lo que  has prometido. Las promesas dependen de ti, los deseos existen en una dimensión imprecisa, las promesas están aquí cerca nuestro, solo hay que ponerse a ello.

Prometo

Prometo cruzar la península en coche.

Prometo estar con los que pronto ya no estarán.

Prometo vivir cada día como el día que es: lunes, martes...

Prometo pagar yo el café en mi próxima reunión de trabajo.

Prometo recorrer los caminos que  me quedaron por recorrer.

Prometo no enfadarme cuando alguien me empuje en un bar lleno de gente.

Prometo reírme cuando me digan que mi generación nunca ha sufrido una guerra.

Prometo pintarme los labios cada día para lucir mi sonrisa a pesar de que no es perfecta.

Prometo dar la mano, abrazar y besar para saludar o despedirme de las personas.

Prometo no enfadarme cuando se hayan agotado las entradas de un espectáculo.

Prometo no jugarme la vida haciendo tonterías, porque tener salud es la mejor de las propiedades.

Prometo no huir del amor porque el amor me ha infectado y no quiero ninguna vacuna.

No más mascarillas.

No más aforos reducidos.

No más domingos eternos

No más videoconferencias.

No más cierres perimetrales.

No más distancia de seguridad.

FELIZ NAVIDAD 2020

 

No sabía cómo felicitaros estas fiestas y  compartir con vosotros mis mejores promesas, que no deseos. No puedo imaginar cómo podéis sentiros aquellos que habéis perdido a personas por causa de este virus. No hay espacio para  la ironía en tanto dolor. Deciros que la muerte es la mayor afirmación de la vida, que por eso la gente hace cosas extraordinarias cuando sabe que va a morir pero no hay consuelo cuando entendemos que también las personas que más queremos morirán y pueden hacerlo todos los días. Está permitido llorar, está permitido enfadarse pero jamás deprimirse. No podemos dejar de celebrar la vida a pesar de que la muerte esté rondando cerca, muy cerca. Por esas «sillas vacías», tenemos que celebrar este año todo con más fuerza. Porque no dejamos de ser hijos cuando nuestros padres se van, ni nietos, ni madres o padres. No nos convertimos en huérfanos por la muerte de un padre o una madre. Ni dejamos de ser madres por el fallecimiento de un hijo. Seguimos aquí y debemos de ser las personas que fuimos cuando ellos, los que ya no están, estaban. Porque la muerte no nos cambia solo nos hace llorar. La muerte nos recuerda que estamos vivos y que somos libres para morir. Depende de nosotros elegir la vida, y prometo vivir, solo eso, vivir el 2021.

¡Permaneced sanos!