martes, 16 de febrero de 2021

Persona o ciudadana

Hace unos días, escuchando a un youtuber  hablar sobre sus razones para no votar en las pasadas elecciones, me surgió la necesidad de aclararme con  el concepto de ciudadano. El periodista en cuestión se sentía traicionado y defendía su decisión de no votar como ciudadano libre. En el preciso instante de empezar a teclear mi respuesta a su sentimiento pensé cómo puede ser ningún ciudadano libre alguna vez.

Dentro de cada ciudadano habita, dormida, una persona.


Ciudadano es, en sí misma, una palabra excluyente de libertades, sobre todo de las libertades ajenas. Desde sus orígenes, del latín, es la palabra que define a los habitantes de las ciudades, pero no  a todos, de ahí lo de excluyente, solo a los que tenían derechos. Mujeres, niños, esclavos de todo tipo y extranjeros no entraban en esa condición.

Ciudadana es, en sí misma, una palabra excluyente

Los años fueron pasando se fue preparando un nuevo concepto de ciudadano libre, fraternal e igualitario que la Revolución Francesa enalteció como avance histórico, sin duda lo fue, aunque una vez más se olvidaron de incluir a mujeres, niños y esclavos. Los pocos ciudadanos libres del momento empezaron a votar. Claro está a votarse entre ellos con total libertad y fraternidad. 

Casi doscientos años más tarde, en algún momento de este tortuoso camino de evolución histórica alguien nos ha estafado. Así me siento, porque no veo nada bueno en ser ciudadana. Los políticos o lo que es igual, las monarquías dirigentes*, sean de una lateralidad u otra, son los únicos ciudadanos libres porque no son juzgados, pueden contratar y dar trabajo a sus familias y amigos, el ejército y las fuerzas de seguridad les protegen, tienen recursos sanitarios directos e inmediatos, y dispondrán de retribución económica de por vida. Son libres de casarse entre ellos y compartir cargos públicos…Algo imposible para el resto de ciudadanos, supuestamente igual de libres. 

Los ciudadanos confraternizan y legislan, las personas nacen, crecen y se reproducen

 – si les apetece-

Pido permiso para devolver mi libertad ciudadana, -el pack completo-, hasta que incluya el mismo equipamiento de serie que el de los políticos, altos funcionarios y monarcas. Mientras llega ese momento, decido ser persona, así sin más. Prefiero ser persona que ciudadana porque es algo que eliges y construyes cuando naces  como ser humano. Ser persona es más fácil solo tienes que ser tú, lo que ya es suficiente tarea. Puedes reír, llorar y opinar. A nadie le importa, ni nadie te juzga cuando eres solo una persona más. No necesitas patria, ni estado, solo una tierra  con mar o montaña. A las personas se les recuerda por su aroma, su sonrisa, por su voz. A los ciudadanos se les recuerda en los libros de historia  por lo que escriben otros ciudadanos de ellos. Los ciudadanos son gobernados por el Estado y la patria. Las personas por la familia y los amigos. Los ciudadanos reconocen y normalizan la jerarquía. Las personas reconocen  la diversidad. Las personas son libres desde el minuto cero de su existencia, no necesitan votar para tener libertad. Los ciudadanos solo tienen libertad cuando el Estado decide convocar elecciones. Los ciudadanos confraternizan y legislan, las personas nacen, crecen y se reproducen – si les apetece-. La persona se elige a sí misma, es el grado máximo de libertad poder no ser tú mismo, sin identidad, pero con personalidad. Un ciudadano no tiene personalidad solo identidad. Una persona nace para ser amada. Un ciudadano se crea para ser respetado. Lo más bonito que se le puede decir a otra persona es te quiero. Lo más bonito que se le dice a un ciudadano es llamarlo patriota. Ser persona es un don natural. Ser ciudadano es un derecho civil… Dos mil y pico de años han conseguido crear al esclavo perfecto: aquel que elige, -votando-, a sus amos como acto de libertad.

Ser ciudadano está sobrevalorado, si probáis a ser personas seréis más felices, aunque no votéis.


* Uso el término, «monarquías dirigentes», expresamente porque apenas existen diferencias entre los privilegios de cualquier monarca y los dirigentes de los estados.