sábado, 14 de diciembre de 2019

¿Qué principio os constituye?


Constitución, la de uno mismo

La semana pasada celebramos el día de la Constitución en nuestro país. Casi todas las personas estaban incómodas, unas por proteger el valor de esas escrituras, otros por la necesidad de reescribirlas y adaptarlas  a los nuevos tiempos. Es un tema político y no me interesa demasiado. Pero esta celebración me hizo reflexionar sobre cuántas personas han escrito su propia constitución: los valores, reglas y normas que los representan como seres humanos únicos.

Qué principios y reglas te has marcado como tu manual de uso interno para tu propia existencia

¿Qué credo te representa solo a ti? Qué principios y reglas te has marcado como tu manual de uso interno para tu propia existencia. No sirve usar escritos sagrados de religiones monoteístas. Porque podrán ser textos sagrados pero no los has escrito tú y desde luego no los has cuestionado. Posiblemente has normalizado su memorización y al final, tantos años de uso de valores ajenos ya  los sientes como tuyos. Quiero que pienses, cierres los ojos y veas una frase que es solo tuya. Tu principio y final de tu universo creado por ti. No vale copiar pero está permitido buscar textos que te inspiren en la redacción de tu propia Constitución.

Los seres humanos invertimos tiempo y esfuerzo mental en aprender textos escritos por personas ajenas a nosotros. Morimos por defender esos valores. Pero realmente nos representan unas líneas escritas por abogados, políticos y ejecutivos religiosos. ¿Moriríais por esas líneas? Si os pido una frase, un principio que os represente en vuestra totalidad, que sea absolutamente necesario para empezar cada día en vuestra vida diaria, ¿Sabríais qué frase es? ¿Qué principio os constituye?

Hace meses que sentí la necesidad de redactar mi propia constitución y me puse a pensar en mi propio texto constitutivo. Y la escribí. No fue ni fácil ni complicado, una situación de tranquila inquietud. Tuve que pensar durante algunos días, no se me ocurrió nada de forma rápida. Pensé durante semanas y escribí palabras, principios que en el inicio de este ejercicio fueron frases que recordaba o había leído en algún sitio. Quise ir más allá, cuestionarme qué es lo más importante en mí, solo en mi vida, en cada uno de los segundos que forman mi día. Conseguí escribir 8 frases, ocho principios inviolables en mi existencia.

Consejos para redactar los puntos que fundamenten vuestra existencia


Os daré unos consejos para que podáis encontrar los puntos que fundamenten vuestra existencia. Letras que son las muletas que nos ayudan a caminar en los días que no encontramos ningún camino.

  • Piensa y escribe lo primero que te venga a la cabeza. No importan las faltas de ortografía. No importa el idioma. No importa que las primeras frases no sean totalmente tuyas. Pueden aparecer recuerdos o influencias de lo vivido. Usa todos aquellos principios que sientas que debes usar.
  • Lee varias veces los principios escritos. Es como si hicieras una votación en un hemiciclo donde tú representas todas las opciones de pensamiento. Porque tú eres el monarca, el presidente y todos los poderes fácticos de tu propia vida. Puede parecer ridículo pero cuando te cuestionas todo y a ti mismo, conseguir un consenso con tus propias ideas  llega a resultar complicado.
  • Ordénalos de dentro a fuera. El valor relativo de lo esencialmente importante puede variar en cada individuo. Os sugiero que empecéis por los valores más íntimos, que os dan fortaleza por dentro, y avancéis hacia el exterior. Es decir los últimos principios de vuestra constitución tendrán relación  con aquello que os rodea.
  • Escríbelos donde puedas releerlos con facilidad. Escribirlos y no releerlos no funciona. Nos olvidaremos de ellos. Hay que releerlos sobre todo en los días de tensión o dudas de cualquier tipo.  Hay que tenerlos a mano porque con el tiempo podrás revisarlos, modificarlos, eliminarlos o añadir nuevos estatutos. La vida es cambio, nuestras células nacen y mueren cada día y nuestros principios deben adaptarse a nuestra realidad biológica.  
  • Cada vez que añadas un nuevo principio debes usar el mismo método: escribirlo, leerlo, releerlo, cuestionarlo, y si no aparece ninguna duda, usarlo cada día y  guardarlo hasta nueva reflexión.
  • No existe un número determinado de principios. Puede ser desde uno hasta el infinito. Lo importante, como casi siempre, no es la cantidad de principios que rigen tu instinto sino la fuerza de esos principios y tu vinculación con ellos.

Puede ser que unos principios te cuesten más que otros. Pero si los escribes, conseguirás normalizarlos y que rijan tu vida diaria. No recomiendo poner principios imposibles o que se enfrenten a nuestra propia condición de ser humano.
Estos son mis ocho artículos de mi Constitución personal, única e intransferible, espero encuentres los tuyos:
  1. Amarme y respetarme a mí misma.
  2. Amar, respetar y cuidar a mi familia.
  3. Vivir con gratitud siguiendo las Leyes de la Naturaleza.
  4. Cuestionarlo todo desde el respeto y el humor.
  5. Aprender y sentir curiosidad de todo lo ajeno.
  6. Pedir ayuda. Pedir consejo. Escuchar a los otros.
  7. No juzgar, ni prejuzgar.
  8. No caer en adicciones ni físicas ni emocionales.

martes, 3 de diciembre de 2019

¡Ya es diciembre!


Y diciembre llegó, así  de repente…

Parece que era ayer cuando le decía a 2018, « ¡Adiós espero no volverte a encontrar en la vida!». Aunque 2018 fue menos malo que el anterior, menos malo no es sinónimo de mejor. Se puede considerar que estoy en un progreso correcto, como diría un maestro de escuela. Evitaremos las comparaciones y las calificaciones numéricas. Pero lo mejor es llegar al final del año con la sensación que ha durado una semana y no cincuenta y dos. Voló el tiempo y yo con él. ¡Ha sido y todavía es tan intenso!, hay tanto en juego en las próximas semanas que creo que este mes va a  parecerme un año entero.

Por aquí camino feliz, sobrepasada, como siempre, por mi día a día. Dicen que conforme te haces mayor debes reducir tus expectativas, sin embargo yo he aumentado exponencialmente las mías y de momento las cumplo. El precio es no rendirse nunca, elegir bien quien camina contigo y la persona que no siga tu ritmo, apartarla. He apartado a mucha gente de mí, otra vez. Ya es un hábito. Y cada persona que descarto me duele menos porque lo justifico más. Pero no es culpa mía. Ni de nadie. La culpa de todo es de la tecnología, sí, porque nos ha enseñado lo fácil que es bloquear a una persona. ¡Y lo eficaz que resulta! Fácil y eficaz, la fórmula del éxito.


Pautas nada científicas para gestionar la ansiedad

Nos seleccionamos los unos a  los otros constantemente. Eso nos genera ansiedad, vivimos en un estado de ansiedad permanente. Antes de la era de la conectividad, las personas conectaban entre ellas. Ahora la angustia y el estrés nos devora por dentro, al otro lado del Whatsapp, en soledad, sin que nadie lo sepa. Te propongo remedios para gestionar esa angustia:

  • Levántate y haz todo lo que no deberías de hacer: se maleducada, di lo que sientes aunque no lo pienses demasiado.
  •  Si un proyecto es de futuro, pues déjalo ahí, no pienses hoy en él. No te anticipes.
  • Cuando tengas mucho trabajo, es el momento de parar, respirar y dormir. Rendirás mucho mejor.
  • Cuando no sepas qué hacer sobre algún problema, no hagas nada. Décide mañana. El tiempo es tu mejor aliado. 
  • Cuando no sepas qué decir, no inventes. Practica el silencio  


Si hago memoria de lo hecho este año hay algo que marca la diferencia, he practicado el silencio. Sí, de pronto sentí silencio, algo difícil de explicar, silencio ante personas que solía querer. Silencio ante situaciones que solía discutir. Silencio ante situaciones por las que solía gritar. Y es una herramienta poderosa. ¡Mágica! Se cambian cosas con el silencio, aprendí de la peor manera posible que el silencio mata, por eso grité, para sentirme viva,  pero ahora el silencio me ha transformado. Sobre todo porque te permite escucharte a ti misma, y a las personas que te rodean, lo que llegan a hablar para no decir nada. Mi débil garganta me lo ha agradecido. He cambiado las palabras por una sonrisa. La gente no entiende porqué sonrío, incluso cuando camino sola y no digo nada. Pero estoy tan a gustito así en silencio, conmigo misma.

El silencio te permite escuchar. Escucharlo todo. Personas que se cruzan con nosotros, conferencias, charlas, vídeos, audiolibros, música, música y más música. Y cuando se acabó el ruido pude escucharme a mí misma. Desde la calma, mi palabra volvió a salir, cambiándolo todo. Sin gritar, sin forzar, solo palabras escuchadas y entendidas y poco a poco recuperé mi poder: hacer realidad lo que sueño. Me había olvidado de soñar, porque vivir tanto tiempo en una pesadilla  hace olvidarte de saber distinguir entre cuando duermes y cuando estás despierta. Pero el verdadero sueño es el que vivimos cuando no dormimos. Y no al revés.

 En resumen, ha sido un año intenso y todavía promete más y mejor. Prometo  dejar todo atrás: mis cuarenta y nueve años se quedan en el suelo como una piel muerta que  se ha quedado estrecha.


Todo puede pasar en mi nueva vida, con mi nueva piel. Eso me excita y me provoca. Sigo sola pero no estoy en soledad, lo que es una gran diferencia. De momento esquivo sutilmente a D. Cupido pero  sigo jugando solo durante 90 minutos (*) con personas a las que dejo en el mismo lugar donde las encontré, sin decir palabra. Allí se quedan con sus circunstancias, porque no me interesan las circunstancias ajenas. Así todo es mucho más intenso, 90 minutos de los que mi mejor amigo- mi teléfono inteligente- me despierta a golpe de alarma que me devuelve a mi sueño, a mi cielo con nubes de colores y unicornios voladores. Allí dejo mi recuerdo, mi silencio, y mi lado más tierno. Así construyo una dimensión desconocida de imposible acceso. Sin códigos ni llaves. Creo que vivo algo parecido a la libertad, mi palabra favorita. El nirvana prometido por todos los gurús. La libertad es un estado sin banderas ni idiomas, no hay espacio delimitador porque la libertad se vive en silencio, y cada día cuando me despierto y digo « te quiero» a mi gato Simón, mis sueños calientan motores y empiezan a construirse. ¡Feliz mes de diciembre!

(*) La ley de los 90 minutos. Funciona, no sé si me atreveré a contar cómo la escribí hace 4 años atrás. Los seres humanos somos capaces de morir por textos constitucionales escritos por extraños, pero nunca escribimos nuestros propios textos constitutivos, inviolables aunque actualizables con el tiempo. ¡Pensar en ello!


domingo, 30 de junio de 2019

El universo es gay



Se acerca el día del orgullo gay, todo se llenará de diversidad y colores. Creo que el universo es así: diverso y lleno de todo y de nada a la vez.

El universo debe de ser gay, así como yo, me declaro gay, sí, a pesar de ser heterosexual cien por cien según la escala de la bisexualidad actual. Ser gay no tiene nada que ver con el sexo. Decir que alguna persona es gay solo por ser homosexual me parece limitador. Ser gay implica mucho más que las tendencias sexuales. Ser gay es ser maternal, indistintamente si se es hombre, mujer o viceversa. Ser gay es el sentido más amplio de la maternidad, del sentido femenino holístico y reparador. Porque no se es más mujer o mejor madre por haber parido. Parir y procrear es algo físico pero ser gay incluye tantos matices que solo cuando estas en una familia gay como la mía se alcanza la iluminación de la transversalidad humana.
Sí, me declaro en una familia gay donde todos somos heterosexuales y además apátridas, agnósticos y mal educados. Importante este último dato, ser maleducado implica que hemos desaprendido todo lo que la educación convencional nos inculcó y lo rechazamos como principio. No respetamos al padre por ser padre, no respetamos al anciano solo por ser anciano, no respetamos al político solo por ser poderoso…No respetamos a quien no respeta y no se merece ser respetado por sus méritos de ser humano.
La vida me ha dado la oportunidad de crear una familia patriarcal y convencional y  también me ofreció la oportunidad de ser devorada y aniquilada por esa misma familia. Ahora, he sido  recogida por una nueva familia gay, me han adoptado literalmente y camino entre ellos, ellas y viceversa con tanta curiosidad como si fuera una niña de apenas cuatro años, que son los que tengo en mi nueva vida. La vida gay es abierta, llena de talento y sensibilidad, cada uno puede ser lo que quiera ser. Siempre con tres normas: ser educado, feliz y hacer felices a los demás. En una familia gay todo fluye hacía donde le apetece y cuando alguien está mal todos lo ayudan, colaboran entretejiendo hilos invisibles que consiguen una tela de araña de amor y confianza ilimitados. Todos son bienvenidos, nadie pregunta nada, bueno yo a veces sí, pero ya todos asumen que soy la preguntona del grupo, ellos responden con sonrisas a mis preguntas…La mejor manera de resolver tus dudas es conviviendo. Ver que la paz y la fraternidad es posible sin obligaciones ni condiciones.
En el mundo gay tampoco existen las jerarquías de la edad, no existen conceptos de viejos ni jóvenes como en el mundo patriarcal. La edad es la que cada uno siente. Se respeta por igual a un joven que a un anciano. Lo importante es cuidar el cuerpo, este continente maravilloso que nos permite interactuar con lo que nos rodea. Hay que cuidarse para estar bien con uno mismo y poder ofrecer ese bienestar a la comunidad. Es una familia en la que todos cuidamos de todos.
La revolución gay ha llegado para salvarnos. Es la nueva redención. Los niños adoptados o nacidos en familias gays serán seres humanos con capacidades emocionales todavía por descubrir. Personas educadas para amar y respetar a todo y sobre todo a ellos mismos. Mientras, el obsoleto patriarcado obliga a no respetarse uno mismo para conceder poder a terceras personas o a ideologías estandarizadas.  Culturas monoteístas de la violencia y el odio transmitido por ADN. Esta revolución llega para establecer un nuevo orden, el del amor en cualquier forma. Lo importante es amar aunque sea solo por un rato. Y sentirse amado no solo por un amante furtivo sino por toda la comunidad. Yo me siento amada en mi comunidad gay.
Orgullosa de ser gay, heterosexual pero siempre gay,  no solo el día del orgullo sino los 365 días del año.

miércoles, 27 de marzo de 2019

Diario del tren


Hoy he ido a una tienda de los chinos a comprarme una libreta, un euro me ha costado. Estoy emocionada usando las discretas  líneas azules que pautan cada página, así escribo mejor. Como a todo en mi vida le he puesto un nombre: el diario del tren. Sí, otro diario más, ya tengo el de la mesita de noche, el de los viajes, el blog digital, mi revista…


Nadie escribe en el tren, de hecho ya casi nadie lee, pero aquí estoy incomodando a las miradas furtivas con esta inmensa libreta azul. Creo que los momentos que paso viajando en tren o en metro bien merecen permanecer guardados en un espacio único porque en realidad se trata de un ecosistema complejo y cambiante que se desplaza rápida y sigilosamente entre las vías.

Todo tiene un sentido y una dirección cuando vamos en tren. Puedo reconocer a las personas según en el vagón que viajan y cómo se mueven por los andenes: Los viajeros que suben en los primeros vagones son usuarios esporádicos y personalidades despistadas que desconfían en llegar a tiempo a sus destinos.  Los pasajeros más tristes eligen los vagones del medio, son personas rutinarias que esperan la llegada de su tren sentados, se levantan en el último segundo y se mueven de forma pausada. Prefieren estar debajo del techado de la estación. Yo soy de los viajeros que elegimos los vagones de cola: sabemos a dónde vamos, no es casualidad, elegimos los vagones traseros según la puerta de salida que tomaremos en el andén que nos bajaremos. Somos pasajeros en tránsito, nos esperan kilómetros de vías hasta nuestro destino final.

Otro detalle importante es la línea de tren por la que entras a la gran ciudad. Yo pertenezco a la línea R2 de cercanías, la de las playas del Sur de Barcelona, es una línea amable, de gente guapa y morena todo el año, personas de mediana edad y  muchos descendientes de centro europeos. Es una línea silenciosa y multirracial, los viajeros parecen en paz consigo mismos. Cuando entro en mi vagón elegido me siento en los bancos del principio, los pasajeros suelen hacer como en los cines, ocupan las filas del medio.  Mi elección implica ir hacia atrás y de cara al resto de pasajeros. Pero me gusta la sensación en mi estómago de avanzar hacia atrás. Me deleito mirando a cada uno de los pasajeros. He aprendido que las personas se incomodan si haces cosas extrañas como sonreír o llorar sin llevar auriculares. Porque llevar auriculares es un pase mágico que te permite gesticular, reír o hasta tararear canciones sin que nadie te mire mal.  Por esta razón, ahora viajo disfrazada de viajera de cercanías corriente, me he puesto auriculares, lo que la gente no sabe es que no escucho nada, así paso desapercibida y tengo total libertad para mirar y escuchar sin ser descubierta.

La línea R2 casi siempre llega a Barcelona por el andén 13 de la Estació de Sants, es una estación importante y el vagón se vacía y se llena otra vez de pasajeros que no tienen nada que ver con los que estamos dentro.  La mezcla y posibilidades de personas es casi infinita. Todo empieza a tomar otro ritmo, ya no estamos en las afueras, avanzamos de forma trepidante por el centro de la ciudad a unos cuantos metros bajo tierra.

La próxima parada es la mía, no me levanto hasta el último momento, de hecho casi siempre debo salir corriendo al andén pero me resulta sencillo avanzar porque estoy prácticamente delante del pasillo por el que tendré que caminar durante más de diez minutos hasta mi próximo tren que será un metro. Los ritmos, los viajeros, y los habitantes del metro no tienen nada que ver con los de una línea de extrarradio, os lo explicaré en otro viaje.

domingo, 17 de marzo de 2019

El chico de la cafetería



Esta semana hace un mes que empecé a trabajar en un proyecto editorial dentro de una gran corporación. Estoy en horario de tardes-noches, aunque todo en este trabajo es relativamente flexible. No puedo llevar teléfono móvil en las instalaciones, por contrato. La oficina está en la primera planta de un edificio de cristal, con patios acristalados, sin ventanas. Estoy en un distrito financiero, sin vida de barrio,  con hombres de seguridad en los accesos, y bares ecológicos en los bajos. Por las mañanas sigo trabajando para mi empresa, y por las tardes me convierto en empleada con bonos, ratios y seguridad social. Después de pasar un proceso de selección desquiciante, lo superé porque nunca sentí que me estuvieran seleccionando ya que al ver que había más de 70 personas que optaban al mismo puesto supuse que no me elegirían a mí. El caso es que han pasado ya cuatro semanas, trabajo en una división con 9 chicas y 1 chico. Nadie me preguntó cómo me llamaba hasta la tercera semana, al final de esa semana una de mis compañeras me pidió que me cambiara el nombre. Fue una conversación muy amena:

-No te puedes llamar así, tu nombre se parece al mío y nos pueden confundir…
Yo respondí: - Vale, vale…
-Deberías ponerte “Lola” por ejemplo.
 A lo que yo respondí:  Vale, vale, sí, sí…
No la volví a mirar, continué al teléfono y por primera vez grité: “ Hola, me llamo Ángeles Gallardo y….” Creo que esa mujer, la que quería que me cambiara el nombre, salió de mi zona de confort y desapareció de mi mundo, horas más tarde intentó hacerme una broma pero yo no la vi porque no la he vuelto a mirar.
Cada día llego y digo bastante alto: “Buenos días”,  nadie contesta…El único chico que hay levanta la cabeza y arquea los ojos en señal de saludo. Me doy por respondida. Hace unos días una compañera me respondió, -“no son buenos días, son ya buenas tardes”-

A lo que yo añadí: “ Buenos días”, otra vez, más alto y con más efusión…He conseguido esquivar al representante sindical de forma muy cordial, parece ser que yo tenía que hacer parte de su trabajo, creo que elige a quien le hace su trabajo, pero yo no he querido hacerlo, siento alergia a los sindicatos. Creo que ha entendido que no lo veo el día que me facilitó una hoja con mis derechos de trabajadora y yo con cuidado los lancé al bidón de papel para reciclar…No se ha vuelto a acercar a mí, y le pasa su trabajo a otra compañera…Estoy tan feliz en un ambiente positivo y cordial.


Parece ser que pongo nerviosas a mis compañeras no entiendo por qué, no hablo con nadie. Mis jefes directos se han acercado a mí una tarde y me han preguntado: “si necesitas cualquier cosa. Si alguien te molesta, solo tienes que decírmelo”…Yo sonreí y dije que estoy muy contenta con mis compañeras de las que puedo aprender tanto…Sentí que no se lo creía. Mi jefe directo es un tipo cualquiera, pequeño, y parece estar siempre enfadado, siempre sobrevuela por los pasillos pero yo no lo veo, mis compañeras me dicen “ me pone nerviosa”, yo sencillamente no lo veo. Hace unos días me dijeron que quería hablar conmigo para felicitarme. Yo pasé deprisa por delante de su despacho y cuando él levantó la cabeza sonriente yo ya había cruzado los  50 sitios que me separan de él. Cuando paso por su lado soy verbalmente efusiva y le digo: “ Eyyyy!!!” y levanto el pulgar como una adolescente rapera… Sé que no es propio de mí, pero no sé qué hacer ni cómo actuar. Él sonríe, yo acelero el paso hacía la cocina. En una cocina donde podemos comer más de 50 personas a la vez, nadie habla con nadie.
En los bajos de mi edificio hay  una cafetería de diseño y comida saludable. Entro cada día y cojo una ensalada de frutas, un yogurt y un café con leche (de vaca ) sin azúcar para llevar. El primer día que entré ya había firmado todos los contratos y sabía que como mínimo iba a pasar allí un mes. Eran las 3 de la tarde, y cierran a las 4, entré y todo estaba a oscuras, la puerta se cerró e intenté salir pero no se abrió. Es de esas puertas que detectan personas y que conmigo nunca funcionan. El caso es que pensé que me había metido en un lío porque iba a tardar en volver a mi puesto de trabajo…Me puse nerviosa, empecé a decir en alto ” hola, hola, ¿hay alguien?” de pronto vi que un hombre se movía por dentro, pensé que o bien era sordo o evidentemente un imbécil…Volví a decir más fuerte “ hola, hola, estoy aquí”…El hombre siguió a su ritmo y yo miraba la puerta que no se abría…«¡Atrapada!» Pensé estoy «¡Atrapada!»  No sé cuánto tiempo pasó, tal vez solo unos segundos, mi nivel de paciencia es muy bajo, inexistente. De pronto apareció el chico de la cafetería, un apuesto hombre con canas dibujadas con tiralíneas, alto y algo delgado para mi gusto. Parece tranquilo…De pronto me dijo: “ Ahhh, estás ahí!!! Sentía que había alguien pero no vi a nadie”…Yo respondí, “ sí, me suele pasar”. Él rezumaba tranquilidad, yo estaba histérica, “me puedes abrir la puerta, por favor”…Y él respondió, “ está abierta”…Y yo dije poniéndome de puntitas,” no, no funciona”… Y la maldita puerta se abrió solo para ponerme en ridículo. Me dispuse a cruzar la puerta cuando oí su voz que me decía: “Si estás aquí querrás tomar algo, ¿ qué te pongo?”
.
 Yo ya estaba casi con ambos pies en la calle, libre, al fin. Pero me giré y dije: “un café con leche”…Él se puso a hacerlo,  me acerqué y le dije: “ Estás cerrado, discúlpame, no lo sabía, no te molestes, gracias”…Y él dijo, no es una molestia, y se giró con el café en la mano…Yo lo acepté, y le dejé el dinero…” muchas gracias” le dije,  y salí corriendo de vuelta para mi puesto de trabajo…Nadie acusó mi ausencia.

Cada día, antes de entrar en mi nuevo mundo sin conexión, entro en la cafetería y pido mi café con leche para llevar,  mi ensalada de frutas y mi yogurt…” Cuando llego es la hora punta, hay una danza de chicas que revolotean  alrededor del chico de la cafetería, yo me pongo detrás de una nevera desde donde puedo contemplar la escena. Él  sonríe medio coqueteando, esa sonrisa deshace a sus admiradoras de todas las edades, nacionalidades y turgencias. Algunos días se le han caído cosas de las manos, me ha hecho gracia, es torpe, me siento identificada. Pero su voz rezuma tanta tranquilidad, algo que a mí me falta…Casi todos sus clientes pagan con teléfono móvil o tarjeta de crédito, yo siempre pago en efectivo. Hace unos días cuando me dio el cambio cogió mi mano con delicadeza, dejó las monedas dentro y me cerró los dedos con su otra mano. Sentí una extraña fuerza que me incomodó, no pude mirarle a la cara, bajé la cabeza, dije: “Gracias, buenos días” y salí volando con mi café con leche hacía mi libertad anónima e impersonal que es mi trabajo. Algunos días el chico de la cafetería no está, hay una chica que ya me reconoce y me prepara el café con leche mientras habla con otros clientes. Esos días yo intento buscarlo por dentro, entre las diminutas mesas que hay para dos personas que la mayoría solo están ocupadas por una.  Hace unos días, había un cliente inglés, muy joven y exageradamente alto, hizo su pedido en su lengua materna hablando rápido como si estuviera en su Inglaterra natal, era algo zipizoto y no se le entendía muy bien, el chico de la cafetería se incomodó, yo estaba al lado del inglés y le traduje: “Ha pedido tres cafés: uno con leche de soja, otro descafeinado y el tercero no lo he entendido”… Y añadí: “Ponle lo que te apetezca es un inglés tonto del culo”. El chico de la cafetería sonrió, preparó los cafés y el inglés me dio las gracias a mí pero yo no le contesté. De hecho ni lo miré porque su mala educación británica me da alergia, también.

No sé qué podrá pasar el próximo mes en mi nuevo trabajo asalariado, pero mis mejores amigos son la empleada de la limpieza de mi planta, el joven de seguridad de las mañanas y el chico de la cafetería, creo que este último no sabe que existo.

domingo, 24 de febrero de 2019

Amar sin palabras



Este post se lo dedico a mis amigos y lectores poetas, pero no a todos ellos, sino a los poetas en la lengua del catalán, porque ayer reflexionando en un corto viaje en tren frente al Mediterráneo comprendí que no puedo decir “te amo” en mi lengua materna, el catalán. Google Traductor no encuentra está palabra en catalán (*).

* -Sí lo hace la Enciclopèdia Catalana de forma fría y relacionándola con «estimar», o «afecció» querer o afecto- El post es una divagación  subjetiva y personal que me surgió al intentar buscar la traducción en el diccionario de Google.

¡Cómo se puede amar en una lengua que no declina el “amor”! Un idioma que se ha olvidado el verbo “amar”. Justo en ese momento comprendí que amar es el superlativo de querer. Y que querer se puede querer mucho, muchísimo, pero nunca es amar.

Eu te amo, portugués, Je t'aime, francés, Ti amo, italiano…todas las lenguas románicas contemplan la diferencia entre gustar, querer, y amar. Pero el catalán no, en el Google Traductor. De pronto viajé a mi vida amorosa, a todos y cada una de mis relaciones, y entendí que yo nunca he amado. Sí, amar así sin más. Querer he querido muchísimo, tanto que me he confundido, pero amar, con el alma, con todo lo que implica esa palabra desconocida en el diccionario catalán de  Google, nunca lo he hecho. Amar como para detener tu vida, como para desear que nunca sea mañana, amar con la paz de saber que estás en casa. No, así nunca he amado, todavía. Siempre he tenido un proyecto, un trabajo, responsabilidades varias  o sencillamente otros amantes.

Según la neurociencia lingüística cuánto daño me ha hecho pasar mi infancia y juventud sin amar, porque un diccionario no me ha concedido ese derecho. Ahora entiendo mi constante huida, mis abandonos de relaciones, porque querer sin más aburre, te lleva a estar en permanente búsqueda, intentando agradar pero sin sentirte feliz. De ahí mi necesidad constante en viajar y sentir que hay alguien en cualquier parte del mundo con la que podré usar y declinar ese verbo tan poderoso, amar.

Volviendo al catalán, cuántas carencias, un idioma tan bonito y lleno de palabras para desmenuzar al amor. Sí, tiene cientos de palabras para desenredar sentimientos y emociones, pero siempre en pequeños trozos, o en esencias intangibles, pero no se puede amar en catalán. Eso es una afirmación real y absolutamente constatada en el traductor de Google. De hecho, en las últimas horas me puse a buscar idiomas y palabras relativas al amor e intenté traducirlas al catalán, y mi frustración fue en aumento.
No existen palabras como flechazo, acariciar a la persona amada, o bien abrazo con el alma. ¡Queridos poetas del amor!, no pensaréis que es lo mismo la fuerza de una única palabra como «flechazo» en comparación con su triste traducción al catalán como la siguiente:  « enamorament sobtat».

En mi investigación encontré idiomas tan ricos en palabras de amor como el  hebreo o el rumano, el portugués que me ha cautivado con una sola palabra,  «cafuné»,  que expresa el momento en el que se acaricia el cabello de la persona amada…En mi búsqueda por el traductor virtual siempre salía más reforzado el español. Idioma, este último, que se ha apresurado a adquirir y reconocer palabras como «apapacho», palabra originaria del  náhuatl,  una macro lengua que se habla en México  desde el siglo V. La RAE, Real Academia de la Lengua Española, reconoce  el verbo «apapachar» que significa acariciar con el alma, y ha sido declarada como la palabra más bella del mundo. 

El Observatorio de Neología (OBNEO) del Departamento de Traducción y Ciencias del Lenguaje de la Universidad Pompeu Fabra y el Instituto de Estudios Catalanes (IEC) lanzan cada año un concurso popular para buscar nuevas palabras, neologismos, a introducir en la lengua del catalán,  de la convocatoria del año 2018,  la palabra ganadora fue sororidad (32,6%). El segundo puesto fue para épico -a (14,3%) y el tercero, para demofòbia (11,2%). Otras palabras candidatas fueron:   migrante (8,8%), microplàstic (6,3%), criptomoneda (5,4%), seriòfil –seriófilo- (5 , 4%), narcopís - narco piso- (5,1)… Y me pregunto si no habría otro tipo de palabras que incluir en la nostra estimada llengua catalana.

La palabra sororidad se refiere a la relación de solidaridad entre mujeres basada en motivos sociales, éticos y emocionales. Curiosamente esta nueva palabra del catalán también nació de un español ilustre: D. Miguel de Unamuno quien propuso está palabra allá por el año 1921 a través de su obra La tía Tula. El catalán decidió hacerla suya a finales del año 2016.  Personalmente me parece un esfuerzo bastante impróspero porque no he oído a nadie usar «sororidad» y  hubiera sido mucho más útil incluir «apapacho».

Es muy posible que este post pueda ser malentendido por los fanáticos ideólogos que abundan en estos días, pero mi intención es llamar la atención a las autoridades lingüísticas, de cualquier país, para que prioricen la necesidad de incluir nuevas palabras que ayuden a expresar y materializar abrazos, caricias, y demás formas de amarse porque la falta de estas palabras puede castrar emocionalmente a  generaciones futuras.

Por mi parte voy a apapachar a mis queridos amantes, a disfrutar momentos de «cafuné» con mis dedos enredados en sus pechos mientras deseo un flechazo que me devuelva a la vida con una persona a la que decida amar en paz.


miércoles, 20 de febrero de 2019

Febrero, un mes extraordinario

Hace días que me ronda la necesidad de hablar de febrero, ya he comentado en anteriores post que celebro el año nuevo chino con lo que enero pasa sin pena ni gloria por mi existencia, estoy pensando en cambiarle el nombre por « mes trece» en lugar de «enero» porque en mi estructura temporal ilógica es el treceavo mes del año, además creo sinceramente que enero tiene algo de “mal fario” o mala suerte porque es un mes extraño en el que se mezcla el principio y el final de algo que no acabo de entender. Si alguien me juzga de pretenciosa por inventar un calendario pret-a-porter para mi alocada vida, le invito a pasearse por la historia de la humanidad y a descubrir que el calendario y el cálculo del tiempo han ido cambiando en múltiples ocasiones. Este blog es un espacio de inconsciencia digital o sea que no pretendo dar lecciones de historia de la humanidad a nadie, así que ya cada uno decidirá si busca información o no sobre la historia del calendario occidental. 

Enero pasa sin pena ni gloria por mi existencia, estoy pensando en cambiarle el nombre «por mes trece» en lugar de «enero»


Volvamos a febrero, un mes chiquitito en apariencia pero muy grande en esencia. ¿Qué mes del año es tan poderoso como para ponerse o quitarse días así sin más? Al parecer la humanidad tiene un exceso de tiempo, sí, sobran unas 6 horas al año. Ante la imposibilidad de guardar esas horas, “incómodas”, en algún tipo de recipiente que permita a cada ser vivo usarlas como mejor le apetezca, pues alguien decidió añadir un día a los 365 habituales cada 4 años. De ahí el año bisiesto. Y en mi reflexión, para nada académica, me atrevo a afirmar que ese tiempo sobrante para la humanidad es un tiempo femenino. Lo crean los propios movimientos de la Tierra, ni ella misma se aclara sobre cómo rotar sobre sí misma y avanzar por la Galaxia a la vez. ¿Qué puede haber más femenino que la confusión tiempo-espacial? Y que de esa confusión nazca tiempo. Tiempo de más. ¿No es extraordinario? 

Ese tiempo sobrante para la humanidad es un tiempo femenino. Lo crean los propios movimientos de la Tierra


Toda esa esencia femenina, de tiempo, vida y renacer, eso es febrero. El mes del cumpleaños de mi madre, del de mis mejores amigas, el mes del inicio del calendario chino, del carnaval. El mes que marca el punto medio del invierno y mientras los países nórdicos descansan bajo centímetros de nieve, en los del sur se nos empieza a despertar la primavera, los días son más largos y los amaneceres en el mar dejan de ser rojos para empezar a ser azules. 
El mes de los acuarios, con nombre de agua pero espíritu de aire, todos son contradicciones y contrastes en este mes. Cómo pueden convivir las orgías del carnaval con la celebración de San Valentín. Otra celebración contradictoria porque el amor no se tiene que celebrar sino más bien disfrutar. 
Afortunadamente a mi Cupido, ese asesor gordito y alado al que cada día le cuesta más volar y acertar con sus flechas, me recomienda atar en corto a mis miedos para poder empezar algo y yo, como siempre, prefiero agitar al tiempo y ponerlo en el lugar donde le corresponde: ese sitio debajo de mi cama donde se mezclan polvo y pelos de gato. Ya me calmaré cuando me muera que para eso tenemos toda la eternidad, mientras, pienso seguir jugando con cada uno de los días cortos y juguetones de este mes extraordinario: el mes en el que nací, Febrero, un mes extraordinario.

martes, 15 de enero de 2019

Rumbo a navidad 2019

La navidad empieza con la cuesta de enero. Alguien puede pensar que sufro de  resaca post navideña grave y es totalmente cierto. ¡Ya lo advertí! Dije que soy navideña 365 días al año por eso hoy, un día cualquiera del mes de enero después de fiestas, cuando ya nadie piensa en la navidad sino más bien en cómo pagarla, he decidido hablar de un libro que propone una aventura para redescubrir la historia de los tres reyes magos. Se trata de un cuento infantil titulado, Operación búsqueda RRMM, de la escritora Ana María Nogueras publicado por la editorial Vivelibro.
Estoy muy cansada de los ritmos consumistas marcados por las temporadas, es decir por qué tenemos que leer cuentos de navidad solo en navidad. Aquellos que me conocen saben que suelo cantar villancicos en agosto y que compro la lotería de navidad durante el verano  y nunca en diciembre. De esta manera mi ilusión se alarga en el tiempo, o mi fantasía.


El libro de hoy, Operación busqueda RRMM, es una  novela infantil que desarrolla un viaje que motiva al lector de cualquier edad a ir más allá de la leyenda. La protagonista es una niña que decide ir en busca de los reyes magos a Israel, quiere contactar con los descendientes de sus majestades y comprobar si son realmente mágicos. La historia propone retos y pistas que convierten al lector en el protagonista de la narración.

Ana María, la escritora, suele escribir relatos cortos para adultos que no puede leer a su hija y decidió crear una historia para compartirla y disfrutarla juntas. Al fin y al cabo el viaje de la protagonista del libro es el mismo que haremos nosotros durante los once meses que tenemos por delante hasta la próxima navidad. 
Tendremos que enfrentarnos a misterios y retos en nuestras vidas diarias para ganarnos el beneplácito de llegar a la meta de final de año. Quedan muchas paradas en este camino: San Valentín, Carnaval, Semana Santa, el día de la madre, San juan, la vacaciones de verano, la vuelta al cole, la castañada mutada al cuadrado ( Castañada2 = Halloween, Black Friday). 
Todo eso una vez más, año tras año…Visto así parece una orgía de compras compulsivas que llegan a su final o bien a su principio con la navidad.

Con historias como esta, Operación búsqueda RRMM, podemos prolongar la intención y con ella el deseo de seguir siendo niños que creen en la magia sin la necesidad de empacharnos con algún exceso, solo leyendo y discurriendo por líneas de un viaje renovador que nos hará reír y provocará algo realmente mágico en las familias: la oportunidad de hablar.

Pensamos en los libros como fuente de lectura pero son una fuente mayor de oportunidades para hablar y debatir de lo que somos conscientes. Si conseguís que vuestros hijos sean lectores los haréis libres. Libres de odios, a cambio los armaréis con la mejor de las herramientas de construcción de sí mismos: la palabra. ¡Feliz lectura!  

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domingo, 6 de enero de 2019

Después de fiestas


Hoy se acaban  técnicamente las fiestas de navidad en  mi zona geográfica, no sé bien cómo llamarla, así que dejo al lector la responsabilidad de ponerle nombre. 
Hoy empiezan las dietas, los propósitos y también las realidades. La primera es que a mediados de diciembre, el próximo año parecía algo lejano y apenas unas horas más tarde ya estamos en la segunda semana del  supuesto nuevo año. 

La segunda realidad es que los regalos que tanto nos esforzamos por hacer resultan que no eran tan necesarios. También que no somos más ricos porque, una vez más, la lotería les ha tocado a otros… Que el nuevo año no será forzosamente mejor que el anterior, no hay buenas perspectivas en los mercados financieros, ni en la política mundial… En conclusión que no podemos dejar nuestras expectativas de felicidad en manos de lo ajeno porque es la fórmula perfecta para no ser felices.


Ahora que ya me organizo para el primer día, oficialmente, laboral de este nuevo año, 2019, miro hacia estos días de fiestas como algo tranquilo y entrañable, a pesar de mi infinita tristeza mientras transcurrían.

Ahora, después de haber disfrutado de mis regalos favoritos, esos que no se escriben en ninguna lista y no puedo colgar de ningún árbol, por fin siento que mi vida es una navidad constante porque vivo para alcanzar lo que deseo plenamente y todas aquellas personas que quiero están sanas y felices, aunque un poco más lejos de lo que me gustaría.

Ahora, que he bebido el chocolate caliente de los abrazos de personas que me completan, creo que he conseguido el mejor de los regalos gracias a haber sido capaz de hacer dos cosas por primera vez en mi vida: decir «no puedo más» y «te echo de menos».

Dos fórmulas de éxito que no se prodigan mucho entre los consejos que recibimos de nuestros seres queridos. Bien al contrario, siempre nos recomiendan «nunca te rindas» pero a veces hay que rendirse para salir de la guerra.  A veces, el muro se cae sin tener que derribarlo solo por dejar de empujar. Nuestro propio esfuerzo soporta los miedos que cimientan nuestros complejos. Decir  «no, no me gusta» así sin más parece fácil pero nos enseñan a ser “educados”. Hasta que te das cuenta que esa educación adquirida te destruye, te silencia. Lo mejor de todo es que no pasa nada, ningún mundo se ha destruido, ni hay ningún conflicto nuevo que no se pueda solucionar. Todo fluye, igual que antes. Pero sin la necesidad de que alguien tenga que pelear por ello.

La segunda fórmula de éxito para regalar a aquellos que queremos es el decirles  «te echo de menos»,  porque he echado de menos a amigas y amigos a los que he llamado y no he parado hasta poder verlos. ¡Qué gran regalo!
Si no ver a alguien nos duele por qué no lo convertimos en nuestro objetivo. ¡Prometo hacerlo!, y pienso regalarme en mi cumpleaños, que falta poco, y para el nuevo año chino, que ya sabéis que celebro, el estar con todas aquellas personas que me apetece ver y hablar un rato, solo eso. Pero hablar cerquita, verles sonreír y disfrutar de cómo ha pasado el tiempo. Tengo que ir ahorrando porque necesito comprar unos cuantos billetes de avión a diferentes destinos.

Ahora, ¡volaré!