sábado, 30 de diciembre de 2023

Mis deseos para el 2024


Vacío, tocar suelo, gemidos (respirar), y risas

Como algunos ya sabéis no celebro el año nuevo occidental, si surge la oportunidad de una buena fiesta pues sí, pero en general he vivido casi todas las vacaciones de navidad de mi vida como época de exámenes y de estudio. Y este año no es una excepción. Dejo el año nuevo para febrero, mi nacimiento, el año nuevo chino y el tibetano. Soy pagana y naturista y ello implica una celebración constante de la vida. No me rijo por las leyes humanas. Pero me sumo a lo que hace la mayoría, y en esta ocasión toca pedir deseos para el nuevo año occidental tan disruptivo y miserable como todos los años: medio mundo se emborrachará mientras el otro medio morirá aplastado por alguna bomba fabricada en el territorio de los «(h)ebrios». 

Imagen del vídeo de la canción, Earth Song, de Michael Jackson, aviso contiene imágenes muy duras, 



 Y es que la sociedad occidental siempre pretende llenarse de todo, de lo material e inmaterial: de ideas a dinero, de objetos e ideologías. Una sociedad de ocio y entretenimiento donde la gente llega a los 45 años virgen de vida, acumulando horas de futbol, televisión y altos niveles de videojuegos. En medio de este caos normalizado, yo busco el vacío. El concepto de vacío ha sido mi gran duda, la pregunta que más me ha motivado este año, 2023: ¡Somos vacío! Las expresiones populares llevan siglos afirmándolo, «no somos nada». Y es que la «nada» es tanto que ni alcanzamos a imaginarlo. La humanidad se empeña en estudiar la luz, pero a mí me consume la duda de la oscuridad, de la nada. ¡Cómo entenderla! Mi cabeza no ha descansado entre el asombro y el regocijo que aporta intuir algo que no estoy preparada para entender. Me falta mucha ciencia, mucha metafísica y a pesar de que he pasado horas de audio y de lectura en estos temas no consigo explicarlo, pero sí sentirlo. Ese vacío casi mágico que nos une, literalmente, y nos hace parte del Universo. Resumiendo lo entendido: somos 99,99% vacío, que es la parte de materia opaca en un átomo, según esto, ese 00,01% es lo que somos y lo que arma tremendo revuelo de humanidad. Y pretendemos entendernos. ¿Cómo conocer nuestro vacío si no paramos de llenarnos de todo? Por esta razón, os deseo mucho vacío, ese vacío mágico que llenáis de ruido continuamente. Ese 99% de vosotros mismos que tenéis olvidado. ¡Feliz vacío 2024! 

Pies en el suelo. Otra inquietud que me ha sobrevenido en este 2023 es el hecho de tocar el suelo. No pensar en doble sentido, sino en el acto físico y literal. Un familiar me dijo que lo que más le cuesta al hacerse mayor es alcanzar el suelo y recuperar la verticalidad, que es mucho más difícil que estirarse. Y empecé a darle vueltas a esa idea. La mayoría de ejercicios ahora trabajan el estiramiento, el levantarte más deprisa, correr más kilómetros, repetir movimientos contra una pared, pero es que nadie piensa en alcanzar el suelo, y precisamente ocurre porque parece alcanzable al estar siempre bajo nuestros pies. Cuando haces montaña juegas a perder el suelo de tus pies. Y aprecias lo importante que resulta que el suelo siga ahí, justo en ese punto: bajo nuestros pies. Yo he cambiado mi rutina diaria de ejercicios, esa que algunos sabéis que hago cada día cuando me levanto, y trabajo ejercicios algo complejos que se basan en alcanzar el suelo, estirarte y volver a la verticalidad. Cada día me recuerdo que el suelo sigue ahí, bajo mis pies. Y que puedo alcanzarlo. Si os apetece podéis probar. Los pies en el suelo es lo que hace posible caminar y avanzar. ¡Os deseo un 2024 con los pies en el suelo los 365 días del año!

Gemidos, seguro que al leer la palabra ya estáis pensando en un tipo de gemidos. Yo también, los práctico a diario, y sí podéis pensar todo lo mal y pervertido que os apetezca. Pero gemir para mí también está dentro de la respiración. Es un tipo de respiración consciente. Y yo respiro de forma consciente siempre que lo recuerdo. Porque respirar es algo que hacemos de forma refleja desde que nacemos, es el camino de llegar a nuestro vacío, y llenarnos de lo que nos ofrece la naturaleza y el Universo a la vez. Aire, simple aire, sin él, moriríamos. Los gemidos pueden ser de placer y de esfuerzo. En este 2023, me he quedado literalmente colgada de un precipicio rocoso y cortante y el peso de la mochila me empujaba al vacío. El brazo de mi compañero no me alcanzaba y mi cuerpo respiró, los hombros controlaron el peso de la mochila y mi pie volador se agarró a la piedra como una araña a su presa. Pero el auténtico motor que me elevó fue mi respiración, todavía no puedo explicar cómo lo hice, pero ocurrió así. Con la respiración impulsé mis diferentes partes que se balanceaban en el vacío y sobre todo mi cerebro mantuvo la calma. Todo ocurrió en segundos. Segundos de la respiración más precisa y profunda que he realizado nunca. Nadie se percató, fue un leve gemido que me hizo retroceder el espacio perdido y anclarme a la roca. O sea, que gemir cuando no podáis más, cuando estéis hasta las narices de todo lo que os agobia, gemir por placer o por hartazgo. ¡Felices gemidos 2024!

Sonrisa, la sonrisa también es un acto reflejo que se aprecia en los bebés a las pocas semanas de haber nacido. De hecho, cuando un bebé no sonríe es un síntoma de problemas en su desarrollo. Cuántas personas no sonríen nunca, sus bocas se vuelven planas, sus labios se marchitan y su cara se llena de arrugas. Qué gran mentira nos han contado al afirmar que sonreír envejece. Mentiras sociales que se han extendido para interés de los que siempre lo controlan todo. Los señores de la desesperanza, y señoras. Sonreír es una forma de convertirse en antisistema, sonreír nos hace guerreros de lo intangible, la sonrisa es el heraldo de la felicidad y la locura. Yo no quiero estar cuerda, bien al contrario. Prefiero ser una cabra loca desafiante de la gravedad y los caminos establecidos. O sea, que levantaros y sonreír a vuestras personas o animales favoritos, o a vosotros mismos. Sonreír porque estáis llenos de gemidos que todavía no habéis respirado. ¡Por muchas sonrisas en el 2024!

El resumen de esta tremenda parrafada es que sigo siendo platónica y moonwalker, (seguidora de la filosofía de Platón y de Michael Jackson), y que las cosas más simples son las más complejas y necesarias. Todo el equipamiento de serie que traemos al nacer es el que menos usamos: respirar, sonreír y caminar.

 ¡Feliz 2024!

jueves, 7 de diciembre de 2023

La muerte, el chute de vida más poderoso

Parece un título de una película de domingo por la tarde, pero es el resumen perfecto de mis últimas dos semanas. A penas recuerdo que era martes, no me encontraba muy bien y decidí salir a correr para estimular mi organismo. Después de la carrera mi malestar empeoró. A las pocas horas estaba en una consulta médica diagnosticada de posible gripe A con bronquitis, y se cruzó un informe médico que yo no había prestado atención: Recomendaba hacerme una prueba médica urgente con sedación para hacer unas biopsias. La sombra genética del cáncer volvía alcanzarme y una carrera médica por haber quién hacía una prueba antes que otra consiguió romper mis rutinas de vida. “Hay muchos indicios” decían los médicos, y yo estoy harta de esos indicios que nunca se cumplen. Pero esta vez, no había sonrisa, ni duda detrás de los médicos, mi mundo se detuvo no tanto por la presencia inmovilizante de la idea de una posible enfermedad grave y terminal, sino porque toda mi familia se fue contagiando, todo mi equipo de trabajo y mi mundo entero tuvo que detenerse. 

Imagen creada por realidad vitual, Dall.e

Ha sido como un simulacro de pandemia global, pero a escala personal. Todo dejó de tener sentido. Mis excursiones, mis carreras, cancelé toda mi agenda, no respondí mensajes y mi cabeza solo tenía ruido. Invitaciones a salir, a cenar, a celebrar año nuevo, todo silenciado…Ruido de la tos incesante, de la fiebre exagerada, ruido de la idea de que esta vez la parca me había alcanzado. Desde hace años se que llevo la estirpe del cáncer en mi ADN y que tarde o temprano se hará presente. Yo inicié el estudio familiar y sigo siendo cobaya de pruebas en varios campos en los que solo se me pide una analítica y mucho de mis hábitos diarios de alimentación, deporte y demás. Firmé un testamento vital para que nadie me medique cuando llegue el caso, y esta vez ha sido la primera ocasión en la que recordé mis propias palabras escritas ante notario y que debería de cumplir, por coherencia ideológica hacia mí misma, aunque la muerte fuera el resultado. Y creí estar segura, ahora ya no lo sé. Todo se ha borrado. La presión encerrada en mi cabeza se ha liberado ante unos resultados positivos, y según me han contado lo primero que hice al despertar de la anestesia, ante el asombro de los doctores y el ridículo de mis hijos, fue ponerme de pie y hacer estiramientos, es que es mi rutina diaria. Lo que sí recuerdo fue lo último que pensé mientras me administraban la anestesia: “Con esto asesinaron a Micheal Jackson”.  Y me dormí.

Y como una película de domingo, mi vida de los últimos meses pasó con detalle por mi cabeza: todas las personas que había dejado y todas las que han llegado a mi vida, como un huracán de eso, precisamente, de vida. Han roto todas mis defensas de chica dura e independiente y me han vuelto a dar el valor auténtico de un abrazo. El abrazo más bonito que hay el que dice “gracias por estar aquí, ahora”. Abrazos gratuitos de niños y niñas capaces de romper sus rutinas para saludarme. Un pequeño ejército en el que nadie confía, en el que no se les concede ni el derecho a suspender. Somos iguales, marginados de un sistema: yo no venceré a la muerte, y ellos, tal vez, consigan vencer al sistema a pesar de su diagnóstico.

Y aquí estoy superdopada de vida, parece un cuento de navidad, pero es totalmente cierto, no hay nada tan estimulante como sentir que te vas a morir para apreciar lo que nos rodea. He vuelto a creer en las palabras, porque una sola palabra me ha rescatado de las tinieblas del averno, “Angie”, mi palabra prohibida desde hace más de 35 años. Murió en un accidente de coche en silencio. Quedó encima de una calle que ni conozco. Angie ha vuelto, he dejado que me llamen así, aunque solo a una persona. El poder de una invocación en apenas cinco fonemas. Una llave a mi mundo silenciado por tanto tiempo, un hechizo que tal vez se acabe con las campanadas del nuevo año. Pero eso será otra historia. Lo importante no es cómo acabará mi historia, es algo obvio, sino como escribiré cada palabra que viva en los días que me quedan.

 Porque escribir ha sido, como siempre, mi refugio en estos días. Cuando enfermé elegí el libro que me acompañaría justo después de sacar a la luz mi diario, mi espejo vital de verdades y mentiras. Porque también nos mentimos a nosotros mismos. Nos mentimos cuando pensamos que todo irá bien, pero los finales no son ni buenos ni malos, solo son finales. Y lo verdaderamente importante es todo lo que hemos respirado en esos instantes de vida que nos ha tocado. Y depende de nosotros darle sentido o esperar que se lo den otros. Yo no pretendo que nadie me recuerde, solo que se queden con lo que han sentido cuando han estado conmigo. Lo considero ser de utilidad para otros, si las personas a las que tocamos las transformamos conseguimos una inmortalidad involuntaria y terrenal, poco divina, pero muy pragmática. Ese es mi ikigai (propósito de vida).  Ahora mismo siento mi vida como un aliento de un caramelo Halls de sabor suave y fresco, un aliento que reconforta y evita la tos. Hoy he vuelto a responder a mis WhatsApp, editar, corregir, entregar guiones, estudiar y avanzar en mi tesis, achuchar a los míos, ir a comprar y hablar con mi persona favorita, olvidando por completo que la gente normal tiene fiesta. Hoy, ha sido un día de mi vida. Uno más que suma y negocia entre Chronos y la espada de Damocles, por eso nunca llevo reloj.  Porque mi tiempo suma y ya restaremos en otro momento.