sábado, 23 de junio de 2018

Algoritmo de la intuición


¿Existe la intuición digital?
Hace unos días publiqué un post  en Facebook, un texto reflexivo, emocional, sin mencionar nombres, ni fechas, ni lugares. Ese mismo día me contactó a través de la misma red social el amigo en el que pensaba mientras escribía el post. Sin estar conectados, sin ser amigos en ninguna red social, ni tan solo tenemos el email del otro, Facebook le había sugerido mi amistad el día del aniversario de lo que yo pensaba. ¿Cómo  pudo ocurrir? Lo mejor del caso es que no ha sido la primera vez, me había pasado en Linkdin: publicar una reflexión introspectiva, literaria, alejada de la realidad, pero inspirada en un hecho vivido o en una persona real y pocas horas después de haberla publicado,  una notificación aparece en mi escritorio informándome que esa persona  había visitado mi perfil en esa red social. Gracias a estas extrañas coincidencias digitales he podido entender algunas partes de mi pasado que habían sido sabiamente manipuladas, y a la vez, conseguir amigos valiosos para mi vida presente que se habían quedado rezagados en una zona desconocida de mi pasado.


¿Os ha ocurrido algo parecido? ¿Cómo pueden los algoritmos matemáticos decodificar sentimientos? ¿A caso pueden fórmulas matemáticas leer entre líneas y desarrollar verdades a partir de deseos? Tengo que reconocer que me siento asustada, vigilada, algo que no me preocupaba en absoluto hasta hace bien poco porque mi vida privada la considero sin interés alguno para nadie, pero soy muy recelosa de mis deseos, mis auténticas verdades, esas que nunca digo y que solo pienso…Y si los deseos pueden ser descubiertos a través de lógica matemática, entonces nosotros mismos, nuestra esencia, eso que algunas culturas llaman alma, ¿también? Acaso cada individuo es una fórmula matemática perfecta y única dentro del Universo. Y si algún gurú informático ha desarrollado el algoritmo de la intuición y a través de un teclado exhibimos los factores de aquello que deseamos, factor a factor, paso a paso creamos la ruta para hacer realidad lo que nos asusta o lo que deseamos…
[A+B-C] / [Tu+Yo]= X

¿Cómo podríamos protegernos de ello? Toda esta situación me genera unos deseos indomables de entender matemáticas, el auténtico lenguaje del tiempo, todo está ahí, pasado y futuro de la física cuántica, en diferentes espacios y dimensiones, nuestro YO interno es un espacio en sí mismo y la llave de entrar y salir de él parece estar en manos de los señores de las redes sociales, el marketing digital y la retarjetización (*). No sé si alegrarme  por ello o salir corriendo en busca de una zona sin cobertura, allá cada uno.

*Retarjetización: es el sistema que usan todos los navegadores para conocer nuestro comportamiento en internet. Un complejo sistema de etiquetado que dibuja nuestro perfil de consumidor con la información de los sitios visitados, las famosas “cookies” que debemos aceptar en cada página web visitada, son los algoritmos que hacen posible la personalización del contenido  en nuestras búsquedas por internet.

viernes, 8 de junio de 2018

Mi memoria histórica



Hace unos días hablaba con mi padre, sentí mi edad avanzada, los años se nos van sumando,  condicionan nuestra visión, no la del futuro, sino la del pasado. Ahora puedo entender mi infancia con la mirada de mi padre. Desde la miopía de madre y en el lejano recuerdo de hija. Ahora puedo volver y recuperar su mirada, la de entonces, y retroceder a su tiempo. Siento su fuerza y su lucha cegadora por darnos un futuro inimaginable para él y para toda su generación, la de la Guerra Civil.
Niño, como tantos otros,  que sus primeros recuerdos fueron gente muerta a sus pies, asesinados por unos un día, por otros al día siguiente. Crecieron con una idea fija: que sus hijos -nosotros- no viviéramos aquello nunca más. Y decidieron empezar a correr en la dirección más alejada de aquel horror. Ese camino de paz los llevó, a una generación entera, a dejar aldeas idílicas por ciudades frías y ruidosas. No hubo tiempo de recoger lo bueno que tenía su forma de vida, aquella vida violada y arrebatada por políticos, de cualquier ideología, quedó condenada al recuerdo impreciso de una sociedad urbanita.
Nuestros padres salieron dispuestos a luchar por tener paz y que sus hijos aprendieran a leer y a escribir en otras condiciones, quisieron construir ciudadanos globales sin tener ni idea de lo que es la globalización. Se lanzaron al mundo sin pensar si ese mundo era plano o redondo.  Nos empujaron a perfeccionarnos como personas, a olvidar, a creernos los mensajes de perfecta felicidad de los medios de comunicación. Tal vez, no todo era malo en aquellos inhóspitos pueblos y aldeas sin luz,  sin agua corriente, con lo básico, pero con instinto.
El horror venía de  fuera: la muerte sin sentido, las violaciones por derecho y los abusos incesantes de la gente de letras y los gobernantes ilustrados  que prometían una ciudadanía libre y un paraíso de honor si te enfundabas en un uniforme militar o republicano. Mi familia siempre fue independiente, de todo, de todos, amantes de los árboles y del respeto a la mujer, algo nada corriente en ese momento ni en aquellos parajes, los hombres abandonaban a sus hijos, las mujeres permanecían allí, una sociedad matriarcal en el que las madres analfabetas desarrollaron un código secreto para poder sobrevivir a los bandos de la guerra- tengo palabras que me legó mi abuela-.

Los lobos marcaron  el futuro de mi familia. Mi abuelo tuvo que matar animales para sobrevivir. Cuentan las leyendas del Bierzo leonés, que hubo un lobo asesino que atacó a varias familias, mató a niños y despiezó a cientos de corderos. La gente de la comarca salió para capturarlo en varias ocasiones, sin éxito. Un día mi abuelo cogió su rifle, sin decir nada a nadie, como recuerdo solía hacer, tranquilo, solitario y con una sonrisa interior, hablaba con los animales incluso antes de sacrificarlos, nadie sabe cómo lo hizo pero al amanecer apareció con el lobo inmenso a sus espaldas y lo dejó en un descanso de nuestra casa. La heroicidad recorrió la comarca a una gran velocidad. Cuando empezó la guerra, mi abuelo salía cada mañana, antes del amanecer, al porche de nuestra cabaña, con el rifle, y se ponía a limpiarlo mientras esperaba a comandos de hombres bebidos, drogados de sangre y venganza, que elegían una casa al azar, hacían salir a los niños y hombres al patio mientras entraban y violaban a las mujeres, después disparaban a todos.  Nunca se pararon en nuestra casa. Fue la única casa de aquella aldea en la que nadie murió ni fue agredido, a pesar de tener 7 niñas preciosas de ojos esmeralda y pelo ensortijado. La familia de mi madre no tuvo tanta suerte. 
Una vez le pregunté a mi abuelo cómo había dado caza al lobo, y él me respondió: « no tuve que hacer nada, me senté en el bosque a esperar que viniera a verme». Eso era todo lo que contaba.
Yo no fui testigo de esa batalla entre humano y lobo pero sí vi muchas veces como permanecía sentado enfrente de los conejos antes de elegir a uno. Le rodeaban y parecían reconocerle, él se liaba un cigarro mientras les acariciaba, yo le esperaba en el marco de la puerta de puntillas porque odiaba la paja llena de heces de animales. Siempre tuve la sensación  que les daba las gracias por estar ahí,  mientras, cogía con delicadeza y acariciaba al reo elegido para el asado del día.

viernes, 1 de junio de 2018

Ruido lingüístico


Ruido, a veces queremos decir cosas que se nos quedan adentro. Palabras que se esconden en nuestras entrañas, por instantes sentimos que las vamos a decir pero segundos más tarde se nos esconden en nuestro olvido.  Esas palabras nodichas, nopronunciadas nos generan ruido lingüístico. 
No me chilles que no te veo...Ruido

Consiste en un pequeño zumbido que lo confundimos con  algún estado emocional como la ansiedad, la tristeza,  o el enamoramiento. Es un zumbido continuo, mientras dormimos se apodera de nuestro lado izquierdo y genera aventuras oníricas perfectas. Ruido que ensordece lo que queremos decir, nos provoca tartamudez pasajera y se puede confundir con algún trastorno como la dislexia.

Pequeño puzle enmudecido de palabras olvidadas que se nos quedan dentro y obturan las estructuras sintácticas correctas. Al principio pueden ser cuatro letras, pero poco a poco se organizan, sin estructura aparente, y se convierten en un ejército perfectamente ordenado y listo para dejar ir cosas que jamás diremos.

Colesterol lingüístico que entorpece la circulación de las emociones hasta producir un ictus emocional por enmudecimiento. En la era de las plataformas de comunicación, las personas mueren de silencio. Se convierten en sonrientes emoticonos que navegan por mensajes efímeros, surferos que buscan el chat perfecto que les permita conseguir un corazón virtual. Entre sonrisas amarillas, con lágrimas azules en los ojos, se esconde aquello que algún día quisimos decir  pero hoy ya no recordamos porque un ruido lingüístico confunde nuestra capacidad de comunicar.

En ocasiones el ruido se hace más fuerte, quiere salir, exige ser dicho, susurrado, escuchado por alguien. Sin importarle lo más mínimo ser entendido o respondido solo quiere ser una frase nacida de un deseo, un enfado o una idea espontánea. Las palabras se nos acumulan en la boca, se empujan unos a otras y pueden perder su sentido pero nadie lo aprecia.

Hoy en día casi nadie te pregunta, «¿Qué piensas?» «¿Qué has dicho, lo puedes repetir?» Será que hemos dejado de pensar…Las personas sonríen y contestan con frases que a veces no vienen a cuento, porque ellos también tienen su propio ruido, sus palabras prohibidas y por esa razón todos actuamos con normalidad ante la frivolidad de palabras vacías que nos liberan de la responsabilidad de poder escuchar nuestras palabras prohibidas  en boca de otro.

¡Feliz silencio! Yo hace tiempo que lo rompí, mi silencio, pero
 he olvidado lo que quería decir.