O como mínimo nos
leemos que nos es poco.
Siempre me
estreso cuando se acaba el año, aunque también cuando empieza el cole, cuando
llega mi cumpleaños… Por lo que mi estado de que “algo nuevo va a ocurrir” es
bastante permanente. De hecho así me siento cada lunes, por lo que he decidido
reducir el estrés de final de año, optimizar
energías y celebrar el nuevo año en febrero, ya que es mi cumpleaños y
el año nuevo chino. He desarrollado eficacia en lo que a celebraciones se refiere.
Y no es que no me gusten, bien al contrario, ¡hay tanto que celebrar! Que
pienso ir poco a poco.
Tampoco voy a
hacer balance, porque hay muchos temas por resolver, casi todos no resueltos
por causas ajenas y también por desorganización propia de vivir desbordada por
la vida cada segundo. Creo que definirme
desbordada emocionalmente es un buen balance ahora mismo de mi situación.
Soy consciente de mi enfermedad crónica, ya incurable, llamada optimismo pero
ahora no solo puedo sentir tanto sino que además elijo en qué momento sentirlo.
Empiezo a pensar con normalidad y sin dolor, sí, suena extraño pero en
ocasiones pensar duele. Ya lo explicaré con más detalle. Lo único que pediría
al nuevo año es recuperar la capacidad de leer, sí. Pero creo que lo haré sin
necesidad del destino, solo es cuestión de tiempo, y de eso sobra en la vida.
Lo que sí tengo
claro es lo aprendido, no puedo detallar cada cosa mejor algunos ejemplos: que
la tristeza cansa; que los abrazos son sonoros y si duran más de 20 segundos
generan endorfinas; que las caricias se quedan en la piel y se llevan puestas
todo el día; que reír es la mejor forma de despertar, aunque las lágrimas se
escapen mientras dormimos. Qué llorar quema la piel y te salen eccemas. Que tus
músculos se rompen sin hacer ejercicio, que tu cuerpo te grita por dentro y si
no le escuchas, te mata. Qué hay mucha gente que vale la pena, y muy poca que ni lástima merece. Que lo valiente es amar y no pelear. Que el destino siempre te rescata
de ti mismo y te recuerda quién eres. Que todas mis aparentes debilidades son
mis verdaderas fortalezas, que la verdad siempre descansa en el silencio. Que
un hermano o hermana aparece en cualquier esquina y te reconoce a pesar de las
diferencias. Que lo normal es que todos cuidemos de todos…
Podría seguir
pero mejor os dejo con vuestras listas de buenas intenciones, yo prefiero las
intenciones traviesas y juguetonas porque son más divertidas. Lo maravilloso es que mi
felicitación para el próximo año es una promesa certera: ¡ nos vemos en el 2018!
Aquí te espero
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