Hoy se acaban técnicamente las
fiestas de navidad en mi zona
geográfica, no sé bien cómo llamarla, así que dejo al lector la responsabilidad
de ponerle nombre.
Hoy empiezan las dietas, los propósitos y también las
realidades. La primera es que a mediados de diciembre, el próximo año parecía
algo lejano y apenas unas horas más tarde ya estamos en la segunda semana del supuesto nuevo año.
La segunda realidad
es que los regalos que tanto nos esforzamos por hacer resultan que no eran tan
necesarios. También que no somos más ricos porque, una vez más, la lotería les
ha tocado a otros… Que el nuevo año no será forzosamente mejor que el anterior,
no hay buenas perspectivas en los mercados financieros, ni en la política mundial… En conclusión que no podemos dejar nuestras expectativas de felicidad en manos
de lo ajeno porque es la fórmula perfecta para no ser felices.
Ahora que ya me organizo para el primer día, oficialmente, laboral de este
nuevo año, 2019, miro hacia estos días de fiestas como algo tranquilo y entrañable, a
pesar de mi infinita tristeza mientras transcurrían.
Ahora, después de haber disfrutado de mis regalos favoritos, esos que no se
escriben en ninguna lista y no puedo colgar de ningún árbol, por fin siento que
mi vida es una navidad constante porque vivo para alcanzar lo que deseo
plenamente y todas aquellas personas que quiero están sanas y felices, aunque
un poco más lejos de lo que me gustaría.
Ahora, que he bebido el chocolate caliente de los abrazos de personas que
me completan, creo que he conseguido el mejor de los regalos gracias a haber
sido capaz de hacer dos cosas por primera vez en mi vida: decir «no puedo más»
y «te echo de menos».
Dos fórmulas de éxito que no se prodigan mucho entre los consejos que
recibimos de nuestros seres queridos. Bien al contrario, siempre nos
recomiendan «nunca te rindas» pero a veces hay que rendirse para salir de la
guerra. A veces, el muro se cae sin
tener que derribarlo solo por dejar de empujar. Nuestro propio esfuerzo soporta
los miedos que cimientan nuestros complejos. Decir «no, no me gusta» así sin más parece fácil
pero nos enseñan a ser “educados”. Hasta que te das cuenta que esa educación
adquirida te destruye, te silencia. Lo mejor de todo es que no pasa nada,
ningún mundo se ha destruido, ni hay ningún conflicto nuevo que no se pueda
solucionar. Todo fluye, igual que antes. Pero sin la necesidad de que alguien
tenga que pelear por ello.
La segunda fórmula de éxito para regalar a aquellos que queremos es el
decirles «te echo de menos», porque he echado de menos a amigas y amigos a los que he llamado
y no he parado hasta poder verlos. ¡Qué gran regalo!
Si no ver a alguien nos duele por qué no lo convertimos en nuestro objetivo.
¡Prometo hacerlo!, y pienso regalarme en mi cumpleaños, que falta poco, y para
el nuevo año chino, que ya sabéis que celebro, el estar con todas aquellas
personas que me apetece ver y hablar un rato, solo eso. Pero hablar cerquita,
verles sonreír y disfrutar de cómo ha pasado el tiempo. Tengo que ir ahorrando
porque necesito comprar unos cuantos billetes de avión a diferentes destinos.
Ahora, ¡volaré!
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