domingo, 6 de enero de 2019

Después de fiestas


Hoy se acaban  técnicamente las fiestas de navidad en  mi zona geográfica, no sé bien cómo llamarla, así que dejo al lector la responsabilidad de ponerle nombre. 
Hoy empiezan las dietas, los propósitos y también las realidades. La primera es que a mediados de diciembre, el próximo año parecía algo lejano y apenas unas horas más tarde ya estamos en la segunda semana del  supuesto nuevo año. 

La segunda realidad es que los regalos que tanto nos esforzamos por hacer resultan que no eran tan necesarios. También que no somos más ricos porque, una vez más, la lotería les ha tocado a otros… Que el nuevo año no será forzosamente mejor que el anterior, no hay buenas perspectivas en los mercados financieros, ni en la política mundial… En conclusión que no podemos dejar nuestras expectativas de felicidad en manos de lo ajeno porque es la fórmula perfecta para no ser felices.


Ahora que ya me organizo para el primer día, oficialmente, laboral de este nuevo año, 2019, miro hacia estos días de fiestas como algo tranquilo y entrañable, a pesar de mi infinita tristeza mientras transcurrían.

Ahora, después de haber disfrutado de mis regalos favoritos, esos que no se escriben en ninguna lista y no puedo colgar de ningún árbol, por fin siento que mi vida es una navidad constante porque vivo para alcanzar lo que deseo plenamente y todas aquellas personas que quiero están sanas y felices, aunque un poco más lejos de lo que me gustaría.

Ahora, que he bebido el chocolate caliente de los abrazos de personas que me completan, creo que he conseguido el mejor de los regalos gracias a haber sido capaz de hacer dos cosas por primera vez en mi vida: decir «no puedo más» y «te echo de menos».

Dos fórmulas de éxito que no se prodigan mucho entre los consejos que recibimos de nuestros seres queridos. Bien al contrario, siempre nos recomiendan «nunca te rindas» pero a veces hay que rendirse para salir de la guerra.  A veces, el muro se cae sin tener que derribarlo solo por dejar de empujar. Nuestro propio esfuerzo soporta los miedos que cimientan nuestros complejos. Decir  «no, no me gusta» así sin más parece fácil pero nos enseñan a ser “educados”. Hasta que te das cuenta que esa educación adquirida te destruye, te silencia. Lo mejor de todo es que no pasa nada, ningún mundo se ha destruido, ni hay ningún conflicto nuevo que no se pueda solucionar. Todo fluye, igual que antes. Pero sin la necesidad de que alguien tenga que pelear por ello.

La segunda fórmula de éxito para regalar a aquellos que queremos es el decirles  «te echo de menos»,  porque he echado de menos a amigas y amigos a los que he llamado y no he parado hasta poder verlos. ¡Qué gran regalo!
Si no ver a alguien nos duele por qué no lo convertimos en nuestro objetivo. ¡Prometo hacerlo!, y pienso regalarme en mi cumpleaños, que falta poco, y para el nuevo año chino, que ya sabéis que celebro, el estar con todas aquellas personas que me apetece ver y hablar un rato, solo eso. Pero hablar cerquita, verles sonreír y disfrutar de cómo ha pasado el tiempo. Tengo que ir ahorrando porque necesito comprar unos cuantos billetes de avión a diferentes destinos.

Ahora, ¡volaré!  

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