Hace unos días, escuchando a un youtuber hablar sobre sus razones para no votar en las pasadas elecciones, me surgió la necesidad de aclararme con el concepto de ciudadano. El periodista en cuestión se sentía traicionado y defendía su decisión de no votar como ciudadano libre. En el preciso instante de empezar a teclear mi respuesta a su sentimiento pensé cómo puede ser ningún ciudadano libre alguna vez.
Ciudadana es, en sí misma, una palabra excluyente
Los años fueron pasando se fue preparando un nuevo concepto de ciudadano
libre, fraternal e igualitario que la Revolución Francesa enalteció como avance
histórico, sin duda lo fue, aunque una vez más se olvidaron de incluir a
mujeres, niños y esclavos. Los pocos ciudadanos libres del momento empezaron a
votar. Claro está a votarse entre ellos con total libertad y fraternidad.
Casi doscientos años más tarde, en algún momento de este tortuoso camino de
evolución histórica alguien nos ha estafado. Así me siento, porque no veo nada
bueno en ser ciudadana. Los políticos o lo que es igual, las monarquías
dirigentes*, sean de una lateralidad u otra, son los únicos ciudadanos libres porque no son
juzgados, pueden contratar y dar trabajo a sus familias y amigos, el ejército y
las fuerzas de seguridad les protegen, tienen recursos sanitarios directos e
inmediatos, y dispondrán de retribución económica de por vida. Son libres de casarse
entre ellos y compartir cargos públicos…Algo imposible para el resto de ciudadanos, supuestamente igual de libres.
Los ciudadanos confraternizan y legislan, las personas nacen, crecen y se reproducen
– si les apetece-
Pido permiso para devolver mi libertad ciudadana, -el pack completo-, hasta
que incluya el mismo equipamiento de serie que el de los políticos, altos
funcionarios y monarcas. Mientras llega ese momento, decido ser persona, así
sin más. Prefiero ser persona que ciudadana porque es algo que eliges y
construyes cuando naces como ser humano.
Ser persona es más fácil solo tienes que ser tú, lo que ya es suficiente tarea.
Puedes reír, llorar y opinar. A nadie le importa, ni nadie te juzga cuando eres
solo una persona más. No necesitas patria, ni estado, solo una tierra con mar o montaña. A las personas se les
recuerda por su aroma, su sonrisa, por su voz. A los ciudadanos se les recuerda
en los libros de historia por lo que
escriben otros ciudadanos de ellos. Los ciudadanos son gobernados por el Estado
y la patria. Las personas por la familia y los amigos. Los ciudadanos reconocen
y normalizan la jerarquía. Las personas reconocen la diversidad. Las personas son libres desde
el minuto cero de su existencia, no necesitan votar para tener libertad. Los
ciudadanos solo tienen libertad cuando el Estado decide convocar elecciones.
Los ciudadanos confraternizan y legislan, las personas nacen, crecen y se
reproducen – si les apetece-. La persona se elige a sí misma, es el grado
máximo de libertad poder no ser tú mismo, sin identidad, pero con personalidad.
Un ciudadano no tiene personalidad solo identidad. Una persona nace para ser
amada. Un ciudadano se crea para ser respetado. Lo más bonito que se le puede
decir a otra persona es te quiero. Lo más bonito que se le dice a un ciudadano
es llamarlo patriota. Ser persona es un don natural. Ser ciudadano es un derecho civil… Dos mil y pico de años han conseguido crear al esclavo
perfecto: aquel que elige, -votando-, a sus amos como acto de libertad.
Ser ciudadano está sobrevalorado, si probáis a ser personas seréis más
felices, aunque no votéis.
* Uso el término, «monarquías dirigentes», expresamente porque apenas existen diferencias entre los privilegios de cualquier monarca y los dirigentes de los estados.
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