viernes, 4 de mayo de 2018

Mujer en el siglo XXI


Dicen que las personas tenemos una consciencia colectiva, de hecho dicen que la tienen todas las especies orgánicas. Émile Durkheim, 1858-1917, fue el primero en creer que los individuos son el producto de fuerzas sociales complejas y no pueden entenderse fuera del contexto social en el que viven. Según Durkheim, esta conciencia colectiva difiere totalmente de las conciencias individuales que la forman.

No he encontrado forma mejor de expresar como me siento, totalmente en disonancia con el contexto social en el que vivo. Todo lo que aprendí, lo que escuché de niña, lo que la educación me dijo que era correcto, no se ha cumplido, por ejemplo:

Dos no se pelean si uno no quiere.  
Si dices “por favor”,  te responderán “gracias”.
La justicia es igual para todos.
Quien bien te quiere te hace llorar…

Mentiras, mentiras y más mentiras.

Desde la práctica vivencial  solo se me ocurrió buscar el botón simbólico dentro de mí misma y resetearme. Borrar todo lo aprendido, básicamente por supervivencia económica y emocional: no puedo permitirme luchar ante una justicia injusta y necesito recursos económicos para seguir disfrutando de mi vida de princesa corcel *.  He decidido  dejar a todos los “otros y otras” atrás, que sigan siendo ratas*, ya no intento cambiar al mundo, al fin  y al cabo llegué a él con los mismos conflictos que existen hoy en día. Solo pretendo construir mi universo privado y seleccionar a  quien entra y sale de él bajo mis criterios, ideología empírica buena o mala pero siempre mía.

Creo que la sociedad nos vende la moto con esto de la colectividad, el corporativismo…Es como si te convirtieras en mejor persona por participar en movimientos. Siento que etiquetarse implica limitarse. Estas nuevas mayorías tan , friendly, amigables que no pueden verte o identificarte con claridad sino te incluyen en alguna corporación, al momento te declaran "enemigo público". Sí, el pensar por  uno mismo hoy es una amenaza para esa mayoría fanatizada. Te etiquetan de  egoísta, y pregunto yo, «¿por qué ser egoísta es malo?» Nadie nos enseña a querernos pero sí a respetar al prójimo como una fe devota. Y si el prójimo ese resulta ser tóxico y asfixiante, ¿también lo respetamos? … Estoy tan harta de mayorías, de los modales, de los pacíficos que en nombre de la paz empiezan guerras. De los simpáticos que insultan y avasallan. De los triunfadores que han llegado al éxito con trampas y delitos, de los simpáticos, de  los que caen bien, y de los que dicen tonterías y se les ríe sus  gracias.

Si hoy la mujer del siglo XXI es todo eso: triunfadora, fuerte, acosadora, luchadora ( en sentido bélico), rechaza el amor como  una debilidad, independiente de su cuerpo y de su biología y devastadora del Planeta, exactamente igual que lo ha sido el hombre, pues me declaro mujer de extrarradio* temporal…Es decir, de un tiempo indefinido que puede ser entendido como futuro, para algunos, o bien como pasado para otros.

Soy mujer dependiente de lo que me gusta y de todo lo que amo, constructora de sueños y amante de la madre Tierra, soy perdedora de guerras y andanzas varias, especialista en desaprender lo aprendido,  mi religión es mi biología, mi cuerpo un templo en el que se guarda mi esencia inmortal, pierdo el Norte a cada paso y en el siguiente encuentro el Sur, me enamoro de todo lo vivo que vive en mí y fuera de mí.  Y así no se llega muy lejos, y quién sabe a dónde tenemos que llegar. De momento, estoy aquí, conmigo, todo lo demás puede esperar otro siglo.

  Nota:

*Alusiones a canciones de Melendi:
El Gordo y el Narco,  …de consuelo me queda que seguís siendo ratas y yo sigo siendo corcel…
Baby de extrarradio…..en la guerra como en el amor, todo vale, y siempre queda un perdedor..

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