¡Basta de armaduras!
Escribo este
artículo sentada en un avión dirección a Nueva York, ocho horas de vuelo en las
que he aprovechado a leer obras de otras editoriales: he acabado La chica
del tren de Paula Hawkins y no me he
resistido a la tercera entrega del Diario de Bridget Jones de Helen Fielding.
Asumo que confesar
esta lectura puede perjudicar seriamente mi imagen literaria que algún cliente/escritor
tuviera de mí, pero todos tenemos debilidades y la mía son las comedias
románticas británicas. Reconozco que La
chica del tren, de Paula Hawkins, es una trama policíaca, con toques de
suspense psicológico, apasionante, no
obstante tiene momentos de paranoia que pueden hacer que el lector se confunda y abandone la lectura.
Sin embargo, la tercera entrega de El Diario de Bridget Jones, como mínimo, resulta
una refrescante lectura que ha conseguido dos cosas: una, hacerme reír sin
importar molestar a algún pasajero del vuelo, y dos, evitar que yo me
durmiera durante el trayecto, cosa realmente difícil tratándose de mí.
Mientras leía y
moderaba mis carcajadas he pensado en la razón de ¿por qué ningún protagonista
masculino habla tan explícitamente de sus necesidades y experiencias sexuales/emocionales? He intentado revisar protagonistas masculinos en la literatura y no encuentro
ninguno honesto - me refiero con el lector-. Desde el Quijote a
Robert Landong, por si no os acordáis es el experto en simbología inventado por
Dan Brown protagonista de novelas como EL Código Da Vinci, pasando por Ala Triste
de Arturo Pérez Reverter al desafortunado Santiago Nasar en Crónica de una
muerte anunciada de García Márquez. Todos ellos son figuras con carencias emocionales
y físicas en lo que se refiere a las relaciones con el sexo opuesto.
Me gustaría
solicitar a algún escritor valiente y sin prejuicios que desarrolle la versión
masculina de Bridget Jones. Sería positivo para el resto de la humanidad.
Resulta muy terapéutico reírse de los problemas personales, así se relativizan
y sobrellevamos mejor el tener que sufrirlos día a día. A caso los hombres no
tienen inseguridades sobre su físico, no les gustaría ser atractivos para el
género femenino, acaso no les inquieta saber sí son capaces de amar a
una mujer y darle placer. Por qué no hablar de ello abiertamente a través de un
personaje que sea de carne y hueso al menos en el papel. ¡Ya basta de
caballeros andantes y de galanes de tres al cuarto! que pasan por las relaciones
como meros sementales botulínicos.
Personalmente
creo que el hombre ofrece más en la vida real que en lo que se dice en las
historias inventadas, y es una pena, porque, el hecho de no ser capaces de desarrollar
personajes masculinos reales y creíbles refleja
falta de madurez literaria en la sociedad en general.
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