martes, 14 de junio de 2016

¿A dónde van los besos que no escribimos?

Esta semana se ha hablado sobre la polémica(*) por la creciente afición a la lectura erótica de los más jóvenes. Nuevas tendencias literarias que se abrieron paso, primero, entre los adultos y ahora lo hacen entre los adolescentes. Tengo la sensación que la sociedad tiene miedo, sí, miedo a los sentimientos. Se censura más los temas eróticos que los bélicos.

Nos horrorizamos porque puedan leer cómo amar a otra persona sin embargo no nos sorprende verlos jugar o leyendo temas donde se  despiezan todo tipo de criaturas incluidos seres humanos. Nos sobresalta que lean sobre sexo explícito o maneras de disfrutar de su cuerpo, sin embargo les dejamos que aprendan a usar y a reconocer todo tipo de armas automáticas.

Pensemos entonces, qué nos da miedo: que aprendan cómo besar, cómo  acariciar o cuánto se puede sentir dejándose amar.

Qué sería del mundo real si no hubiera escritores capaces de captar la belleza de una acaricia, la onomatopeya de un suspiro, el éxtasis de una intención y con su magia estilística conseguir hacer sentir al lector que alguien le ama cuando lee, que alguien allá, detrás de cada línea, espera que se acabe el párrafo para disfrutar de su deseo.

La humanidad ha tratado a los niños como idiotas desde el principio de los tiempos y todavía algunos planes de estudio así lo demuestran, pero los niños son solo eso, niños, pequeñas personas con todas sus capacidades focalizadas en aprender, querer y ser felices. No les debemos alejar del amor ni por supuesto  del sexo, con respeto y en la justa medida de su edad, pero cuanto más entiendan lo que es  mejor podrán decidir cuándo es el momento y la persona indicada para dejar a un lado los libros y tocar los sentimientos con su propio estilo narrativo.

Podemos condenar a las siguientes generaciones a un futuro lleno de besos no dados, como decía aquella vieja canción (*), dejemos que experimenten y lean, y sobretodo, leamos con ellos,  aunque se trate de sexo y amor.

Es un tópico, lo sé,  pero sugiero menos juegos de guerra y más libros eróticos, también para los adolescentes.

3 comentarios:

  1. He inundado desde bebés a mis hijos en libros, comprados, regalados, en Bibliotecas, en sus habitaciones, lectura compartida, y siempre me han visto leer y valorar mis libros como tesoros. Ahora bien, mi hija preadolescente nunca consiguió engancharse a ninguno, empezó noventa y nueve y noventa y nueve dejó aparcados. Hasta 'After'. Me da igual que sea erótico festivo o hasta algo más explícito, lee, lo ha terminado y no es corto precisamente. Para mí es más que suficiente, es perfecto, lee y ha descubierto la emoción en esas páginas, eso es lo que he perseguido. En breve le caerá la segunda parte.

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  2. Completamente de acuerdo con Mónica. "Mis adolescentes" siempre han devorado libros, pero si un tipo de literatura consigue crear el hábito de la lectura, bienvenido sea. Personalmente,prefiero imaginar,algo sutil más que explícito, pero para gustos...

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  3. Gracias por vuestros comentarios, está claro que yo también prefiero siempre la opción de la lectura. Además este tipo de lectura consigue en los adolescentes otra cosa que no hemos comentado: que hablen entre ellos de lo que leen. Implica relacionarse e interactuar unos con otros. Sin embargo los juegos solo promueven el contacto a través del ordenador o la cónsola.

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