Que nadie se
asuste por el título, no va a ser un artículo sobre la importancia de una
correcta conjugación de los verbos. Es más bien una reflexión sobre la fuerza
de las palabras, otra vez, que vacía es
la mano (o ahora los dedos) del escritor al dirigir una pluma o marcar
compulsivamente las teclas de un ordenador buscando crear grandes recursos
literarios. Todos tenemos en nuestra cabeza la estructura, rígida y aburrida,
de sujeto, verbo y predicado…¡Y a quién le importa! Qué puede saber una mano o
unas teclas de estructuras cuando tenemos en juego sentimientos y descripciones
que deben ser precisas y no cansinas. Decir lo que se quiere decir, sin olvidar
lo que puede entender el lector.
Pero disponemos
de pequeñas unidades de energía escrita, partículas de contenido que por ellas mismas pueden dar fuerza a todo:
crear angustia ( “ cuidado, mira, corre…”), alegría, sentimiento de velocidad,
de miedo, …
Aunque una vez
más la realidad, nuestra vida real fuera de lo escrito, no entiende de normas
ni recursos literarios porque hay algunos verbos que no pueden conjugarse en
imperativo en nuestro día a día, no
puede obligar a otros a sentir lo que la gramática tolera: “´¡Amar! ¡Querer! ¡Desear!”
Nunca deben ser imperativos en la vida real.
No obstante, los
imperativos son maravillosos como títulos, porque resultan llamativos y nos
atraen como si de gritos reales se tratara. Los títulos en imperativo son los
mejores, siempre desde mi punto de vista. ¿Por qué? Porque nos hablan a
nosotros, nos señalan con cada una de sus letras y si además les acompaña un
signo de admiración, la atracción es casi irresistible. Es como si nos incitara
a pecar, la idea de coger ese libro con el título imperativo llega a la parte
más emocional de nuestro cerebro.
Las últimas modas
de títulos van en sentido opuesto a lo que digo, porque la tendencia es usar
frases, incluso subordinadas, que llenan toda la cubierta o portada principal
del libro.
Este artículo ha
nacido al saber que una de mis obras favoritas en un portal de autoedición está
siendo preparada para ser editada en papel. Según la propia escritora están
reescribiendo la historia, me entristece eso, todo y que entiendo que hay que
adaptar las formas a cada medio. Fueron los verbos de esa obra que me
cautivaron, el lenguaje directo, la acción pura. Era como mirar lo que pasaba
entre los protagonistas por una pequeña cerradura, experimentarlo con mis ojos
de lectora. Ahora siento que eso se perderá que un equipo de redactores y
editores marcan las líneas del libro según sus criterios. Criterios que son solo unos y monotemáticos
en este país.