Esta semana hace un mes que empecé a trabajar en un proyecto editorial
dentro de una gran corporación. Estoy en horario de tardes-noches, aunque todo
en este trabajo es relativamente flexible. No puedo llevar teléfono móvil en
las instalaciones, por contrato. La oficina está en la primera planta de un
edificio de cristal, con patios acristalados, sin ventanas. Estoy en un
distrito financiero, sin vida de barrio,
con hombres de seguridad en los accesos, y bares ecológicos en los bajos.
Por las mañanas sigo trabajando para mi empresa, y por las tardes me convierto
en empleada con bonos, ratios y seguridad social. Después de pasar un proceso
de selección desquiciante, lo superé porque nunca sentí que me estuvieran
seleccionando ya que al ver que había más de 70 personas que optaban al mismo
puesto supuse que no me elegirían a mí. El caso es que han pasado ya cuatro
semanas, trabajo en una división con 9 chicas y 1 chico. Nadie me preguntó cómo
me llamaba hasta la tercera semana, al final de esa semana una de mis
compañeras me pidió que me cambiara el nombre. Fue una conversación muy amena:
-No te puedes llamar así, tu nombre se parece al mío y nos pueden confundir…
Yo respondí: - Vale, vale…
-Deberías ponerte “Lola” por ejemplo.
A lo que yo respondí: Vale, vale, sí, sí…
No la volví a mirar, continué al teléfono y por primera vez grité: “ Hola,
me llamo Ángeles Gallardo y….” Creo que esa mujer, la que quería que me
cambiara el nombre, salió de mi zona de confort y desapareció de mi mundo,
horas más tarde intentó hacerme una broma pero yo no la vi porque no la he
vuelto a mirar.
Cada día llego y digo bastante alto: “Buenos días”, nadie contesta…El único chico que hay levanta
la cabeza y arquea los ojos en señal de saludo. Me doy por respondida. Hace
unos días una compañera me respondió, -“no son buenos días, son ya buenas
tardes”-
A lo que yo añadí: “ Buenos días”, otra vez, más alto y con más efusión…He
conseguido esquivar al representante sindical de forma muy cordial, parece ser
que yo tenía que hacer parte de su trabajo, creo que elige a quien le hace su
trabajo, pero yo no he querido hacerlo, siento alergia a los sindicatos. Creo
que ha entendido que no lo veo el día que me facilitó una hoja con mis derechos
de trabajadora y yo con cuidado los lancé al bidón de papel para reciclar…No se
ha vuelto a acercar a mí, y le pasa su trabajo a otra compañera…Estoy tan feliz
en un ambiente positivo y cordial.
Parece ser que pongo nerviosas a mis compañeras no entiendo por qué, no
hablo con nadie. Mis jefes directos se han acercado a mí una tarde y me han
preguntado: “si necesitas cualquier cosa. Si alguien
te molesta, solo tienes que decírmelo”…Yo sonreí y dije que estoy muy contenta
con mis compañeras de las que puedo aprender tanto…Sentí que no se lo creía. Mi
jefe directo es un tipo cualquiera, pequeño, y parece estar siempre enfadado,
siempre sobrevuela por los pasillos pero yo no lo veo, mis compañeras me dicen “
me pone nerviosa”, yo sencillamente no lo veo. Hace unos días me dijeron que
quería hablar conmigo para felicitarme. Yo pasé deprisa por delante de su
despacho y cuando él levantó la cabeza sonriente yo ya había cruzado los 50 sitios que me separan de él. Cuando paso
por su lado soy verbalmente efusiva y le digo: “ Eyyyy!!!” y levanto el pulgar
como una adolescente rapera… Sé que no es propio de mí, pero no sé qué hacer ni
cómo actuar. Él sonríe, yo acelero el paso hacía la cocina. En una cocina donde
podemos comer más de 50 personas a la vez, nadie habla con nadie.
En los bajos de mi edificio hay una
cafetería de diseño y comida saludable. Entro cada día y cojo una ensalada de
frutas, un yogurt y un café con leche (de vaca ) sin azúcar para llevar. El
primer día que entré ya había firmado todos los contratos y sabía que como
mínimo iba a pasar allí un mes. Eran las 3 de la tarde, y cierran a las 4,
entré y todo estaba a oscuras, la puerta se cerró e intenté salir pero no se
abrió. Es de esas puertas que detectan personas y que conmigo nunca funcionan. El
caso es que pensé que me había metido en un lío porque iba a tardar en volver a
mi puesto de trabajo…Me puse nerviosa, empecé a decir en alto ” hola, hola, ¿hay alguien?” de pronto
vi que un hombre se movía por dentro, pensé que o bien era sordo o evidentemente
un imbécil…Volví a decir más fuerte “
hola, hola, estoy aquí”…El hombre siguió a su ritmo y yo miraba la puerta
que no se abría…«¡Atrapada!» Pensé estoy «¡Atrapada!» No sé cuánto tiempo pasó, tal vez solo unos
segundos, mi nivel de paciencia es muy bajo, inexistente. De pronto apareció el
chico de la cafetería, un apuesto hombre con canas dibujadas con tiralíneas,
alto y algo delgado para mi gusto. Parece tranquilo…De pronto me dijo: “ Ahhh,
estás ahí!!! Sentía que había alguien pero no vi a nadie”…Yo respondí, “ sí, me
suele pasar”. Él rezumaba tranquilidad, yo estaba histérica, “me puedes abrir
la puerta, por favor”…Y él respondió, “ está abierta”…Y yo dije poniéndome de
puntitas,” no, no funciona”… Y la maldita puerta se abrió solo para ponerme en
ridículo. Me dispuse a cruzar la puerta cuando oí su voz que me decía: “Si
estás aquí querrás tomar algo, ¿ qué te pongo?”
.
Yo ya estaba casi con ambos pies en
la calle, libre, al fin. Pero me giré y dije: “un café con leche”…Él se puso a
hacerlo, me acerqué y le dije: “ Estás
cerrado, discúlpame, no lo sabía, no te molestes, gracias”…Y él dijo, no es una
molestia, y se giró con el café en la mano…Yo lo acepté, y le dejé el dinero…”
muchas gracias” le dije, y salí corriendo
de vuelta para mi puesto de trabajo…Nadie acusó mi ausencia.
Cada día, antes de entrar en mi nuevo mundo sin conexión, entro en la
cafetería y pido mi café con leche para llevar,
mi ensalada de frutas y mi yogurt…” Cuando llego es la hora punta, hay
una danza de chicas que revolotean alrededor del chico de la cafetería, yo me
pongo detrás de una nevera desde donde puedo contemplar la escena. Él sonríe medio coqueteando, esa sonrisa deshace
a sus admiradoras de todas las edades, nacionalidades y turgencias. Algunos
días se le han caído cosas de las manos, me ha hecho gracia, es torpe, me
siento identificada. Pero su voz rezuma tanta tranquilidad, algo que a mí me
falta…Casi todos sus clientes pagan con teléfono móvil o tarjeta de crédito, yo
siempre pago en efectivo. Hace unos días cuando me dio el cambio cogió mi mano
con delicadeza, dejó las monedas dentro y me cerró los dedos con su otra mano.
Sentí una extraña fuerza que me incomodó, no pude mirarle a la cara, bajé la
cabeza, dije: “Gracias, buenos días” y salí volando con mi café con leche hacía
mi libertad anónima e impersonal que es mi trabajo. Algunos días el chico de la
cafetería no está, hay una chica que ya me reconoce y me prepara el café con
leche mientras habla con otros clientes. Esos días yo intento buscarlo por dentro,
entre las diminutas mesas que hay para dos personas que la mayoría solo están
ocupadas por una. Hace unos días, había
un cliente inglés, muy joven y exageradamente alto, hizo su pedido en su lengua materna hablando rápido como si estuviera en su Inglaterra natal, era algo zipizoto y
no se le entendía muy bien, el chico de la cafetería se incomodó, yo estaba al
lado del inglés y le traduje: “Ha pedido tres cafés: uno con leche de soja,
otro descafeinado y el tercero no lo he entendido”… Y añadí: “Ponle lo que te
apetezca es un inglés tonto del culo”. El chico de la cafetería sonrió, preparó
los cafés y el inglés me dio las gracias a mí pero yo no le contesté. De hecho
ni lo miré porque su mala educación británica me da alergia, también.
No sé qué podrá pasar el próximo mes en mi nuevo trabajo asalariado, pero
mis mejores amigos son la empleada de la limpieza de mi planta, el joven de seguridad
de las mañanas y el chico de la cafetería, creo que este último no sabe que
existo.
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