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jueves, 5 de octubre de 2017

Villanos y héroes


Hace unos días leía una efemérides sobre uno de los primeros hombres en circunnavegar el mundo en una sola expedición, se trataba de Sir Francis Drake, Inglaterra 1543-1596, Panamá.
No es que me gusten los temas navales, pero me fascinó su biografía y el concepto que me perturba desde entonces se basa en lo que entendemos por hombres buenos y hombres malos. ¡Qué concepto tan etéreo! Volviendo a mi pirata inglés, Sir Drake, fue un buen ejemplo de la pluralidad de las verdades: un héroe político para los ingleses, sin embargo un corsario y pirata de extraordinaria crueldad para los españoles.
Sus hechos dejan claro que fue un explorador de los mares y desde niño tuvo un instinto especial para navegar. Un encuentro, poco fortuito, contra la flota española en el golfo de México le marcaría para siempre y su odio hacia la corona española lo acompañaría hasta su muerte,  a pesar del acuerdo de tregua firmado entre ambos reinos.
La reina, Isabel I de Inglaterra, lo nombró caballero por todo lo que había aportado a la corona mientras que los libros de historia españoles se refieren a él como un comerciante de esclavos y corsario de crueldad extrema.
¡Héroe o villano! ¡Verdad o mentira! Esa es la cuestión. En tiempos de lucha por  verdades absolutas solo quiero recordar que nada es lo que parece y los términos “verdad” y “pura” no pueden darse nunca juntos: “ Pura verdad” pues verdad verdadera hay tantas como personas y lo que es puro para unos puede resultar sucio para otros.

Personalmente, perseguir la verdad es como perseguir la perfección, cada uno es perfecto a su manera y no vale arquetipos estandarizados. Estamos solo a 2017 y este nuevo siglo ya empieza a cansarme, supongo será por las altas expectativas que tenía de él.  Nací en el 1970 y casi todo el mundo esperaba más de un nuevo siglo que sonaba a futuro verdadero. Lo que nadie nos aseguró que en el futuro tampoco vive la verdad, ni en el pasado. Con lo que será mejor no buscarla y seguir negociando entre lo bueno, lo malo y lo peor, y a estas alturas prefería algunos malos del pasado más cercano ( principios del siglo XXI, apunte para malpensados) que algunos "verdaderamente buenos" recién llegados.


Todo esta reflexión tan superflua es para deciros que vosotros, escritores, no os tenéis que ceñir a realidades, bien al contrario, dejad que vuestras musas os guíen y cread personajes llenos de verdades y maldades absolutas, sí, villanos y héroes que nacen y mueren entre esperanzas de tinta y roces de papel. Provocad, excitad y sentid, sentirlo todo para emocionar al lector que busca verdades, fuera de libros, que no existen. 

Nota: para aquellos amigos que me inspiran y aun pensando distinto nos queremos  y nos respetamos. Sou collonuts!

martes, 12 de julio de 2016

Etiquetas de la vida

Ya hemos hablado en algún otro post sobre la necesidad que tiene el ser humano de etiquetar, clasificar y colocar todo en su sitio. Pero la vida en sí misma sobrepasa la capacidad lingüística del ser humano,  es decir existen muchos más significados que palabras. Sin embargo existen palabras con varios significados. Por lo que resulta evidente que tendremos que seguir inventando palabras y expresiones que transmitan lo que realmente podemos llegar a vivir.

Esta semana he experimentado la falta de recursos que nos da la lengua para ayudarnos a describir sensaciones, en todas direcciones, en lo bueno y en lo malo. Existen tantas dimensiones que aquel popular dicho, “no tengo palabras”, refleja una gran sabiduría.

Eso nos lleva a la conclusión que cuando sentimos tanto, mejor no hablar, callar y respirar. Cuando descubres que hay estados de miedo y terror que no pueden encajar en adjetivos declinados en grado superlativo, mejor parar, quedarse quieto y no buscar palabras. Porque no existen. O bien cuando una intención de alguien te emociona tanto y te sorprende que no sabes cómo etiquetar ese sentimiento, de hecho recuerdo que a la persona en cuestión solo dije “ me emociona escuchar eso y me alegra”, algo plano y correcto mientras buscaba en mi cabeza como etiquetar la emoción que estaba sintiendo.

Es curioso cómo nos conmueven las emociones, las malas y las buenas, las malas pueden hacer sentir que sangras sin cortes ni heridas, las buenas que estás lleno de aire y puedes flotar. ¿Cómo adjetivar eso? A veces se dice “hay que hablar y contarlo” pero cómo hacerlo para que te entiendan con las pocas palabras que nos dan los lenguajes convencionales.

Estos días me he dado cuenta de la rigidez académica y emocional del lenguaje, casi tanto como la relación entre jurisprudencia y sociedad, siempre van lentas las leyes, así como no hay palabras que describan lo que sentimos con precisión y rigor.

¡Señores académicos! existen muchos tipos de miedo, y muchos estados de terror que no tienen palabras para ser definidos con precisión, así como muchas sensaciones envueltas en acaricias, deseos o tan solo en buenas intenciones de las que no podemos referirnos por resultar imposible expresar cómo nos han hecho sentir.

¡Toca seguir sintiendo aunque no se pueda explicar!