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jueves, 17 de marzo de 2016

¡Matemos al WhatsApp!

Vivimos en la sociedad de la información y las tecnologías, cientos de herramientas para organizarnos y estructurarnos, todo para gestionar la producción pero me pregunto si ayudan a la productividad o bien nos someten a obligaciones para gestionar las propias herramientas y como consecuencia nos olvidamos de la verdadera razón de tenerlas. Estudios recientes sobre hábitos en el trabajo revelan que  las principales causas de distracción son el uso del teléfono móvil (mensajes de texto, WhatsApp…), seguimiento de redes sociales y gestión de emails.

Hace unas semanas un escritor me sugirió que me iba a presentar un original escrito a mano, al principio pensé que sería una locura hoy en día volver a escribir en papel, cómo haríamos todas las correcciones, revisiones…Pero, ¿realmente es una idea extravagante o sencillamente una forma brillante para conseguir máxima eficacia ante el objetivo de escribir una novela? Personalmente como editora, hace tiempo que desconecto las redes sociales e incluso salgo del correo electrónico para no ver esa ventana emergente que me recuerda, casi cada minuto, que tengo un nuevo email. Es imposible desarrollar trabajo creativo y conseguir producción de calidad, que es nuestro objetivo diario, con todas las herramientas tecnológicas actuales abiertas.

Después de meses de formación intensiva sobre estrategias de palabras, herramientas de rastreo de búsquedas y demás técnicas de marketing digital cada vez que escribía revisaba compulsivamente que todos los parámetros fueran digitalmente correctos pero la frescura de los escritos fue perdiendo calidad, alejándose de los lectores. A medida que invertí el proceso, primero escribir lo que me dicta mi corazón editorial y después organizarlo para un mejor posicionamiento, los resultados de lecturas y seguidores se disparó. Porque necesitamos producir y tener producto pero que ese producto sea especial, único y solo así será aceptado, consumido y recomendado por nuestro posible cliente-lector.

Tenemos que inventar, innovar y solo lo haremos al respirar y dejar que la realidad nos entre por cada poro de piel para poder generar nuevas ideas, entender ideas olvidadas y permitir así que la cabeza ordene lo que te dicta el corazón. Esta sería mi conclusión.

 Y mi deseo sería que alguien hiciera desaparecer el WhatsApp porque de entre todas las redes sociales es lo más invasivo que se ha inventado. Una ventana directa a nuestro cerebro -o al corazón- que crea adicción y obliga a dedicación tanto para escribir cómo para entender lo que te dicen.