Vivimos en la
sociedad de la información y las tecnologías, cientos de herramientas para
organizarnos y estructurarnos, todo para gestionar la producción pero me
pregunto si ayudan a la productividad o bien nos someten a obligaciones para
gestionar las propias herramientas y como consecuencia nos olvidamos de la
verdadera razón de tenerlas. Estudios recientes sobre hábitos en el trabajo
revelan que las principales causas de
distracción son el uso del teléfono móvil (mensajes de texto, WhatsApp…),
seguimiento de redes sociales y gestión de emails.
Hace unas semanas
un escritor me sugirió que me iba a presentar un original escrito a mano, al
principio pensé que sería una locura hoy en día volver a escribir en papel,
cómo haríamos todas las correcciones, revisiones…Pero, ¿realmente es una idea
extravagante o sencillamente una forma brillante para conseguir máxima eficacia
ante el objetivo de escribir una novela? Personalmente como editora, hace
tiempo que desconecto las redes sociales e incluso salgo del correo electrónico
para no ver esa ventana emergente que me recuerda, casi cada minuto, que tengo
un nuevo email. Es imposible desarrollar trabajo creativo y conseguir
producción de calidad, que es nuestro objetivo diario, con todas las herramientas
tecnológicas actuales abiertas.
Después de meses de formación intensiva sobre estrategias de palabras, herramientas de
rastreo de búsquedas y demás técnicas de marketing digital cada vez que
escribía revisaba compulsivamente que todos los parámetros fueran digitalmente
correctos pero la frescura de los escritos fue perdiendo calidad, alejándose de
los lectores. A medida que invertí el proceso, primero escribir lo que me dicta
mi corazón editorial y después organizarlo para un mejor posicionamiento, los
resultados de lecturas y seguidores se disparó. Porque necesitamos producir y
tener producto pero que ese producto sea especial, único y solo así será
aceptado, consumido y recomendado por nuestro posible cliente-lector.
Tenemos que
inventar, innovar y solo lo haremos al respirar y dejar que la realidad nos
entre por cada poro de piel para poder generar nuevas ideas, entender ideas
olvidadas y permitir así que la cabeza ordene lo que te dicta el corazón. Esta
sería mi conclusión.
Y mi deseo sería que alguien hiciera
desaparecer el WhatsApp porque de entre todas las redes sociales es lo más
invasivo que se ha inventado. Una ventana directa a nuestro cerebro -o al corazón- que crea
adicción y obliga a dedicación tanto para escribir cómo para entender lo que te
dicen.
Es adictivo y seguro que útil si se sabe utilizar con sentido común (aunque no conozco a nadie capaz de usar wassap con sentido común). En cuanto a lo del manuscrito, me encanta la idea. Lo poco que escribo está repleto de notas en los márgenes y tachones. Tal vez no es lo mejor para profesionales, pero para los que no lo somos, resulta mucho más personal.
ResponderEliminarLa magia de los textos escritos a mano es insustituíble. Es un proceso único en el que intervienen nuestra alma, nuestro corazón y por último nuestro cerebro que da órdenes a la mano para que transcriba toda la información percibida.
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