That’s all folks!, ¡Eso
es todo, amigos! Qué
maravillosa manera de terminar cada episodio de las aventuras del famoso Bugs
Bunny en los años dorados de la Warner Bross.
En la vida real
el final o desenlace de las obras literarias no suele ser tan sencillo. Es la última gota de un vaso que se ha ido
llenando de circunstancias, clímax y personajes. Una culminación que a veces
nace en la mente del escritor antes que el inicio mismo de la historia.
¿A quién le gusta el final de las cosas? Creo que a nadie. De hecho en nuestro día a día
nunca planeamos el final de nada, ni siquiera nuestro propio final. Vamos
iniciando experiencias sabiendo que acabarán pero no sabemos cuándo se
terminará todo, ¡tiene su encanto! Ahora entiendo aquello que dice “la vida es
un sueño”…Yo añadiría “ la vida son muchos pequeños sueños! Y de los sueños
siempre despertamos, también de las pesadillas.
Pero un escritor tiene que pensar en la conclusión de la obra, sea cuento o novela, e incluso en
el caso de los ensayos debe construir el desenlace desde la primera línea. El
cómo hacerlo dependerá de su estilo, puede ir dando pistas o bien crear caminos
alternativos, elementos sorpresa que desaparecen y vuelven aparecer en el
desenlace.
Al reflexionar
para escribir este artículo, me he dado cuenta que cuando pienso en películas
existen muchos casos que no recuerdo el final, pero que sí guardo un recuerdo
preciso del desarrollo de la obra. En cambio, en lo referente a libros, siempre
recuerdo el final de la obra y lo que se borra es el desarrollo de la novela,
¡Curioso, verdad! ¿Os ocurre lo mismo?
Un mal desenlace puede poner en peligro la
experiencia del lector porque será ese
último “sabor de boca” lo que recordará de la obra, sobre todo para recomendarla,” ¡me gustó pero el final...!” De hecho, también nos pasa con las personas, siempre recordamos por qué rompimos con
alguien nunca los momentos buenos vividos.
Hay varias
novelas que han conseguido hacerme llorar en el desenlace, a pesar de que soy
de lágrima y de sonrisa fácil, no le resta mérito al escritor que ha conseguido
tenerme pegada a la historia escrita y emocionarme con la muerte del
protagonista, aunque se trate de una muerte dulce y natural. De hecho, lloraba
porque la historia se había acabado, mi viaje con ese escritor había llegado a
la última página. Momento de volver a la realidad y salir corriendo a por
nuevas aventuras a través de portadas cautivadoras y efímeras líneas de
sinopsis que en pocos segundos consiguen prometer un nuevo viaje apasionante
entre palabras e intenciones.
Existen muchos
consejos y tipos de final, académicos y bien definidos, no he querido daros listas
de ellos porque eso ya lo podéis encontrar en otras páginas, prefiero provocaros
para que busquéis y planifiquéis con sumo cuidado vuestro propio final. Es el
último punto que dará vida a una historia tridimensional e inolvidable o bien la
condenará a ser una historia más, plana y olvidada.
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