¡Qué incertidumbre tan grotesca! ¿Qué hacer después de estos comentarios?
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¡Qué momento tan indescriptible
es el acabar una obra, ya sea cuento o novela, y contactar con tus mejores
amigos para que la lean!
Antes que los amigos posiblemente sea la madre
o el padre del escritor el elegido para esa prueba de amor que implica leer
algo con el compromiso de decir qué te parece
desde el corazón. ¡Otra prueba de
padres! Que junto a soportar los festivales de final de curso e intentar hacer
disfraces sin gastarse un euro, son pruebas que nos prepara la vida para
justificar nuestra futura entrada en el reino de los cielos. ¡Si es que existe!
Como escritor ese momento es lo más parecido a
estar enamorado y pedirle a esa persona especial que salga contigo. La
incertidumbre de si te dirá que sí o que no se convierte en una tortura.
Normalmente, el no nunca lo contemplamos, así como que una obra salida de
nuestras entrañas pueda no gustarle a alguien.
Cientos de miles de mariposas recorren nuestro cuerpo, apretaditas, esperando
poder salir el día de vestirnos de falsa modestia y poder decir algo así como, “gracias,
no es para tanto”, “no, no la he
presentado a ningún concurso”.
Pero no siempre
son tan directos los comentarios y dentro de las posibilidades que un escritor
desearía no escuchar están las
siguientes:
-“Pues, no, no he
podido leer casi nada…” Y se añade cualquier excusa políticamente correcta.
-“Empecé, y me
gustó pero una causa- desconocida en la mayoría de los casos- me impidió seguir leyendo, lo haré…”
¡Qué incertidumbre tan grotesca! ¿Qué hacer
después de estos comentarios? Insistir en que la lean, reescribirla, quemarla y dedicarte a ver series
de televisión como cualquier ser humano no escritor.
Pues, amigos, ni idea. No tengo ni idea,
intentad buscar una editorial (www.todosleemos.com) que te lea con sinceridad,
cosa más difícil que conseguir que tus padres te digan la verdad. Lo único que
os puedo decir es que sea lo que sea aquello que os digan, seguid escribiendo,
porque eso os hace felices y recordad al joven Kafka quien ordenó a su mejor
amigo quemar todas sus obras después de
su muerte. ¡Qué bien que no le hizo caso!, el amigo, me refiero.
P.S.: este artículo
es el resultado de algunas de vuestras experiencias de escritores que habéis compartido
conmigo. Espero que nadie se sienta identificado. ;)
A mi me sigue suponiendo un pudor extremo cada vez que alguien te sentencia su "veredicto" sobre algún relato. Sobre todo si es alguien cuya opinión me merece respeto. Si lo han leído ya es mucho. Muy bueno compararlo con el amor correspondido o no. ¿Pero dónde guardas todo el amor si no es correspondido? Por eso conviene siempre tener presente el motivo por el cual escribes.
ResponderEliminarPor mi parte siempre prefiero la verdad a la mentira, en todos los ámbitos, y eso me hace ser una editora sencilla y sincera, y como lectora cuando me pasaban trabajos para revisar solía avisar que daría mi opinión buena o mala. Tenemos que estar preparados para el "rechazo" pero que eso no nos hunda. Bien al contrario nos tiene que ayudar a ser mejores. Lo que hay que decir que la naturaleza humana no lleva bien las adversidades. Y muchas veces es más fácil rendirse que seguir intentándolo...Para bien o para mal, si escribes, hay que seguir haciéndolo, siempre.
EliminarLadran Sancho, señal que cabalgamos...
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