Parece obligado
hoy, 8 de marzo, hablar de la mujer.
Aunque no tengo un discurso acorde con la línea que está de
moda en los medios de comunicación. Me gustaría enviar un mensaje a la mujer, a
todas las mujeres del primer mundo, porque las mujeres que están en condiciones
precarias saben muy bien quiénes son, ellas no han perdido sus instintos. Las mujeres del tercer mundo sí que son guerreras y están en lucha.
Creo que es la
mujer educada y trabajadora del primer mundo, la que habla idiomas, viaja, la
que decide con quien acostarse, cuándo ser madre, la que tiene ese puesto de
trabajo de mando intermedio o alto, la única responsable de su futuro en la historia de la humanidad
Ahora lo han
conseguido, lo hemos conseguido: mujeres presidentas de grandes empresas, dueñas
de bancos, de grupos de inversión, más del 80% de los empleados en empresas de
selección personal son mujeres, o sea la mujer selecciona y es responsable de la contratación laboral,
mujeres políticas durante años, mujeres presidentas de países, princesas y
reinas…
¿Y qué? ¿Qué ha cambiado?
Hoy, el día del orgullo de la mujer trabajadora, quiero compartir la vergüenza que me produce que ese modelo de mujer triunfadora se ha convertido en la peor
versión del hombre. La mujer trabajadora discrimina igual y muchas veces
peor que el hombre. La mujer trabajadora ataca a otras mujeres y no a los
hombres. Humilla a otras mujeres que considera en estratos inferiores al suyo (secretarias,
empleadas del hogar, camareras,
peluqueras, dependientas), maltrata y rechaza a mujeres de otras razas, contrata a mujeres con
los mismos criterios que lo hacen los hombres: mujeres jóvenes a bajos sueldos,
mujeres que resultan viejas a partir de los 30, mujeres con niños pequeños, no, gracias,
mujeres con posibilidad de ser madres,
prohibido...
Me pregunto para qué ha servido tanta lucha, ya votamos,
ya decidimos…Creo que cometemos los mismos, o incluso, peores errores que los
hombres. Aplicamos su ley, la que nos han enseñado. Y es justo ahí donde
tenemos que cambiar. Debemos educar diferente e inventar nuevas palabras para construir un futuro distinto. No cambiaremos la historia pasada pero sí podemos crear una nueva historia en paz y equilibrio entre el hombre y la mujer, sentir como especie, como seres biológicos y humanos.
Quiero reclamar el honor y el privilegio biológico de haber
nacido mujer y no de haber nacido feminista
Si la mujer
olvida que es madre incluso cuando decide no serlo, que es
protectora, incluso cuando va a la guerra, que es conciliadora y dialogante,
incluso cuando no habla. Nos han adoctrinado a luchar por una igualdad injusta
y anuladora del ser mujer más profundo.
Yo no quiero ser igual que un hombre, ni quiero ser feminista, quiero ser MUJER.
Que se respete mi biología y mis diferencias naturales. Si se
me acepta como mujer, se reconocerán mis
talentos y capacidades automáticamente.
La mujer
lesbiana, la que tiene hijos, la que
decide no tenerlos, la que no puede pero desea ser madre, la que trabaja, o la que no, la que se arregla y
cuida su cuerpo, o la que come y disfruta de lo que le apetece, la que hace
deporte, y la que se queda en casa leyendo o viendo la tele, la que se corta el
pelo con un cúter y no se depila….todas somos mujeres. NO EXISTE UN MODELO
ÚNICO DE MUJER incluso los hombres que quieren ser mujeres, lo son. ¡Bienvenidos! Porque ellos sienten y protegen como mujeres. También el hombre es protector, si lo excluimos de lo femenino lo alienamos de la mujer.
Hay algo muy importante que hemos olvidado: la mujer siempre es hermana de otra mujer. Sin importar cómo lleve el pelo, que religión
procesa. Debemos querernos, escucharnos y ayudarnos por principio, por esa
fuerza que tenía la palabra de mujer en las sociedades de antes de la primera industrialización. La
mujer aprende a ser mujer de otra mujer, la mujer debe enseñar a sus hijos a querer y amar a la mujer como principio. Es la única manera de acabar con el gen machista para siempre.
Hemos delegado en el hombre la responsabilidad de
dejarnos avanzar, exigimos que cambien los "otros", la sociedad, cuando somos nosotras las que elegimos y construimos nuestro rol. Pretendemos que la sociedad nos respete,
que los organismos internacionales cambien, pero nos olvidamos de que debemos
cambiar nosotras primero.

Podemos decir «no», podemos hacer las cosas
diferentes, podemos ayudarnos las unas a las otras, pero es más fácil
ignorarnos y darnos de lado. El feminismo ha conseguido que por un sueldo la
mujer se olvide de sí misma. Retrase su maternidad o llegue incluso a congelar
sus ovarios. ¿Congelar sus ovarios por un puesto de trabajo? ¡Realmente vale la
pena!
Creo que el feminismo obsesivo y radical solo pretende una cosa: crear el
trabajador perfecto. ¡Ríete de un robot!,
nadie puede ser mejor trabajador que una mujer que renuncie a serlo.
Aportará más creatividad, más inteligencia emocional y más despotismo que un hombre. No
hay persona más cruel con una mujer que otra mujer. Y TODAS SABÉIS QUÉ ES VERDAD porque en algún momento lo habéis
experimentado si sois mujeres trabajadoras en un país occidental.
En esta lucha
solo ha ganado el hombre, se ha feminizado y se está convirtiendo en la mejor
versión femenina: ha conseguido la baja maternal, pide reducción de jornada laboral, las empresas de hombres ponen más
servicios a la mujer que las empresas gerenciadas por mujeres ( comprobado por estadisticas de patronales empresariales). Existen más planes de conciliación laboral en
empresas dirigidas por mujeres mayores de 50 años que en las empresas creadas
por mujeres jóvenes.
El cambio de la
sociedad lo tenemos que crear y dirigir nosotras. Solo hay un camino para acabar con la mujer machista: la educación. Nunca la lucha.
Mirar al mundo y ver cómo es la mujer: la que practica la ablación a su hija, a su nieta, como es la mujer la que vende a su hija como objeto sexual, es la mujer la que contrata a otra mujer en condiciones de exclavitud para limpiar su casa. Es la mujer la que elige a otra mujer para cuidar a sus bebés ( nunca se escogen a hombres como canguros, descriminación también presente en la educación pre escolar en España). Es la mujer la que vende su don de la maternidad a cambio de una vida cómoda y una tarjeta bancaria con saldo, veáse modelo de mujer Belen Esteban o Isabel Preisler, traficantes de la maternidad en el mundo occidental consideradas mujeres referentes.
Por todo ello, yo no voy a manifestarne porque soy una mujer trabajadora, hija y nieta de mujeres trabajadoras, que me enseñaron a luchar y a cuidar por igual y de las que aprendí que no soy mejor que nadie, ni que un hombre, ni que otra mujer. Porque me enseñaron a ser simplemente yo, mujer.